TLtos extremeños han vuelto a expresarse con rotundidad en las urnas. Las elecciones generales han servido para reforzar la posición hegemónica del PSOE en Extremadura y para invitar al PP a una renovación profunda en sus filas regionales.

Los 361.192 votos cosechados por los socialistas en la región, 4.366 más que hace cuatro años, suponen una nueva cota histórica para un partido que en Extremadura ha encontrado la fórmula del éxito con el cóctel del talante : Zapatero-Fernández Vara.

Las candidaturas al Congreso de los Diputados, encabezadas por el médico José Alberto Cabañes y la exministra María Antonia Trujillo, han hecho el resto.

Con una base sociológica sólida y fiel, el PSOE ha logrado que el 52% de los extremeños le brinde su apoyo, lo que supone consolidar una ventaja de 10 puntos sobre el PP. Extremadura pasa a ser, además, la autonomía con mayor porcentaje de voto socialista.

ZP tiene motivos para estar satisfecho con Extremadura. Pero, ¿y al contrario? Al margen del importante avance que han supuesto determinadas políticas sociales de alcance nacional, lo cierto es que los extremeños esperamos un mayor impulso al denominado Plan Extremadura que el propiciado hasta la fecha. El menor peso que los nacionalismos tendrán en el Congreso debe ayudar a ello, dado que el PSOE se liberará de ciertas hipotecas .

Situándonos en los extremos de los compromisos de ZP con Extremadura, se diría que ha cumplido al terminar las obras de la Autovía de la Plata y acelerar la de Cáceres a Trujillo. Por contra, ha descarrilado en lo referente al impulso al AVE. El retraso en la tramitación y la consignación presupuestaria de las obras es tal que le será imposible cumplir su promesa de poner en marcha todo el tren de alta velocidad Madrid-Badajoz en el 2010. Del tren convencional, mejor no hablar.

En materia de empleo, se necesitan medidas de mayor calado que las contempladas en el Plan Extremadura, dado que no se ha logrado reducir el paro en la proporción pretendida, por la excesiva dependencia que la economía extremeña sigue teniendo de sectores estacionales como la agricultura y la construcción.

Rajoy y Floriano tampoco han convencido con sus proyectos para Extremadura por lo que cabe deducir que los méritos de ZP han sido mayores que los deméritos, al menos para la balanza de una mayoría de extremeños.

En la acera de enfrente, los populares tienen serios motivos de preocupación: pierden 4.355 apoyos en la comunidad, debido a su desplome en Cáceres, provincia por la que precisamente se presentaba el presidente regional del partido, como número uno al Congreso. Al margen de lo que decida Génova en el caso de Rajoy, el caso extremeño es digno de análisis. Mientras el PP gana 1.483 votos en la provincia de Badajoz con Mariano Gallego, pierde 5.838 en la de Cáceres.

Floriano es probablemente el candidato mejor preparado de su partido, un buen político y mejor persona. Pero las urnas han demostrado tozudamente que con él los populares no ganan en Extremadura. Al candidato Vara le bastaron unos meses para entroncar con la idiosincrasia de los extremeños en el 2007. "Tiene cara de bonachón, de ser un hombre de fiar" , se ha convertido en una frase que se escucha tanto a la derecha como a la izquierda. A Floriano, ese feeling con el electorado le ha faltado desde su estreno político. Los programas pueden ser mejores o peores, pero el carisma se tiene o no se tiene. No se aprende. No se compra por cuartos de kilo en el supermercado. Y la guinda la ha puesto la semana pasada el lamentable espectáculo de aspirantes a senadores, como el resentido Antonio Guerrero, haciendo campaña por él sin pensar en el interés del partido.

¿Y después de Floriano, qué? Pues se adivina la travesía de un inhóspito desierto. Quienes se sitúan en la línea de sucesión no parecen tener el nivel político exigible para liderar un proyecto de cambio en la región. El PP necesita, pues, una catarsis. Y, tras el resultado del 9-M y la marcha de Floriano al Congreso, cuanto antes mejor. Mirar a otro lado y optar por el continuismo sería hacerse un flaco favor a ellos mismos, a sus cerca de 300.000 votantes y a Extremadura. Porque la región necesita un PP fuerte que apriete al PSOE y aspire seriamente a gobernar, por el bien de la democracia.