Un blanco fácil. ETA asesinó en la misma puerta de su casa al exconcejal socialista de Arrasate Isaías Carrasco, un simple trabajador que ya no ocupaba cargo público alguno y que por ello carecía de escolta. Así, el terrorismo volvía a cerrar de forma abrupta una campaña electoral en España. Al conocer la noticia del atentado, la práctica totalidad de las fuerzas políticas optaron por suspender sus últimos actos destinados a pedir el voto. Al menos, esta vez todo estuvo claro desde el primer momento, se reaccionó de forma bastante unitaria y el Gobierno tuvo el buen juicio de ceder el protagonismo a las fuerzas políticas y sociales.

Es terrible tener que decir algo obvio: a ETA la estábamos esperando en cualquier momento. En primer lugar porque, siempre que pueden, los terroristas vascos intentan dejarse notar en las campañas; en segundo, porque a ETA se la ha invocado tanto y de una forma tan frívola y equívoca en estos cuatro años y a lo largo de la propia campaña que era como si se la estuviese invitando a una cita. Es terrible, sí, pero tendremos que asumirlo: las urnas excitan los instintos homicidas de los violentos.

Atención en Arrasate

Resultaba discutible la medida (Duran Lleida, de CiU, se negaba a pararlo todo argumentando que los asesinos no pueden marcar las agendas políticas), pero fue casi unánime: la campaña se dio por terminada. Los mítines fueron suspendidos y toda la atención de los medios se concentró en Arrasate. Los partidos y coaliciones llamaron a reaccionar contra el desafío terrorista yendo a votar mañana.

El Gobierno presidido por José Luis Rodríguez Zapatero actuó con contención y transparencia. Hubo una declaración institucional de Zapatero y, a continuación, la iniciativa pasó a la mesa de las fuerzas políticas, los sindicatos y la patronal, que se reunió por la tarde en el Congreso y elaboró un comunicado unitario leído luego en directo (y de forma un tanto confusa) por José Blanco, el secretario de organización del PSOE. Los socialistas, en cualquier caso, se atuvieron a los más estrictos protocolos para evitar que se les pudiese acusar de instrumentalizar la muerte de un compañero. Los informativos de TVE resultaron esta vez equilibrados. La declaración que Mariano Rajoy había hecho poco después de la muerte del exconcejal socialista fue pasada tres veces en el telediario de la tarde.

La conmoción causada por el crimen se hizo evidente a lo largo del día de ayer. Ezker Batua, la franquicia vasca de Izquierda Unida, anunció que rompía su coalición con ANV en el Ayuntamiento de Arrasate si los independentistas radicales no condenaban la muerte de Isaías Carrasco. El lendakari fue también terminante al calificar los hechos, igual que el independentista catalán Carod-Rovira. Y algo no menos importante: a la marcha y concentración proabstención que ayer había convocado la izquierda aberzale en Bilbao asistieron solo unos pocos cientos de personas.

El PP discurrió a trompicones por ese protocolo que deberían respetar las fuerzas democráticas cuando se produce un atentado de tal transcendencia. Es difícil romper la inercia y el argumentario de cuatro años supercañeros. Rajoy, en su declaración pública, no pudo evitar decir de repente: "Todo el mundo sabe lo que yo pienso respecto de ETA". Y, naturalmente, lo dijo. No era el momento ni el lugar para reabrir debate alguno, pero el líder del PP se dejó caer lo justo para que todo el mundo le entendiera (una vez más).

Zapatero diría luego que ETA "no tiene otro destino que su desaparición, y sus miembros no tienen otro futuro que la cárcel". Para los conservadores no fue suficiente. Aunque suscribieron el comunicado unitario suscrito en el Congreso, sacaron a la palestra a Ignacio Astarloa para explicar sus propuestas o votos particulares que los demás asistentes a la reunión no habían considerado adecuados. Se referían a dos de las monomanías del PP en esta legislatura: negar cualquier negociación política con ETA y anular el acuerdo parlamentario que en su momento facultó a Zapatero para abrir conversaciones. Son dos asuntos totalmente superados por los acontecimientos. ¿A qué sacarlos a relucir en un momento tan delicado, con un socialista de cuerpo presente?

Unicos culpables

Tics inevitables. La culpa de los asesinatos es solo de los asesinos. Pero no se olvide que ayer mismo, un periodista afamado y miembro de la Real Academia de Lengua, Luis María Anson, escribía en El Mundo : "... Parece confirmarse la sospecha del pacto bajo cuerda de Zapatero con ETA para que no haya muertos (...) ETA no ha matado antes del 9-M porque no ha querido matar". Este tipo de delirios ultraderechistas ha dejado huella. Y justo es eso lo que no debe ni puede seguir ocurriendo en el futuro.

¿Influirá el atentado en lo que haya de suceder mañana? Seguro que sí. Las pasiones desbordadas de los últimos cuatro años (empezando a contar desde el 11-M) y la contumacia conservadora a la hora de convertir la lucha antiterrorista en un argumento esencial del debate nos han traído hasta aquí. Por eso lo mejor que puede ocurrir este domingo es que la situación se clarifique. Y que gane quien deba ganar.