Decía Platón que los espíritus vulgares no tienen destino. Pues bien, el espíritu de Isaías Carrasco debía ser muy singular y extraordinario porque su destino parece escrito con trágicas señales. Y es que su abuelo, el primer Isaías Carrasco, murió víctima del cruel fanatismo franquista. 70 años después, el ciego fanatismo etarra ha segado la vida del tercer socialista de la saga.

La historia es dramática. Dos dictaduras han marcado con sangre el amor a la libertad de la familia Carrasco. La primera se derramó en 1938, cuando el abuelo de Isaías Carrasco Miguel se convirtió en uno de los 271 represaliados del franquismo en el partido judicial de Toro (Zamora). Lo detuvieron en una pequeña localidad, Morales de Toro, y le molieron a palos por su militancia socialista. Ahora, de nuevo, la sangre de una saga fiel a ideas solidarias quedó el pasado viernes sobre el asfalto de un barrio obrero en el corazón de Guipúzcoa.

Todo vitalidad

El pequeño de los dos hijos de Isaías Carrasco y Agustina Miguel nació en Arrasate. Sus padres dejaron el municipio zamorano de Morales de Toro al iniciarse la década de los sesenta. Como muchos otros vecinos de Castilla, emigraron al País Vasco, autonomía industrial por antonomasia, en busca de un trabajo que mejorara su horizonte y sus expectativas.

Isaías creció en el mismo barrio de San Andrés donde el viernes le quitaron la vida. En sus calles se hizo delantero centro de El Pedrusco, el mismo equipo en el que comenzó su trayectoria el histórico portero del Athletic de Bilbao Andoni Zubizarreta, y en ellas se quedó tras casarse con María Angeles. Solo cambió de calle.

Sus vecinos han recordado estos días ese empeño por darlo todo en el barrio; por organizar mil actos, en promocionar el deporte, el urbanismo, las fiestas, las relaciones... Era un hombre todo vitalidad y así lo demostró en sus cuatro años como concejal, sacando tiempo para todo y para todos. Especialmente para sus hijos Sandra, Ainara y el pequeño Odei.

Porque Isaías era un espíritu singular. Lo prueban esas lágrimas sinceras derramadas por Ismael, su amigo del alma en la calle Navas de Tolosa; por Loli, la recepcionista del camping de Fuenmayor (La Rioja) donde la familia Carrasco pasaba el verano; por Puxi , su compañero inseparable en Morales de Toro; por Miguel Buen, el secretario general de los socialistas del País Vasco en Guipúzcoa; por Jon, compañero de trabajo en los peajes de la autopista AP-1.

Y es que de Isaías Carrasco Miguel nadie habla mal. Ni en el Ayuntamiento de Arrasate, ni el barrio de San Andrés ni en el pequeño municipio de Morales donde aún se le recuerda por Carraca , el apodo paterno. Y se habla bien de él no porque haya sido víctima de los terroristas, no porque le hayan matado vilmente... Hablan bien de él porque era un hombre sencillo y bueno.