El miedo guarda la viña electoral. Los candidatos asustan a los electores o se acusan mutuamente de estar atemorizados. En ruedas de prensa y mítines las advertencias van que vuelan: ojo con el terrorismo, cuidado con la cohesión de España, atentos que nos jugamos la prosperidad de la patria, Dios nos guarde de otros cuatro años de rodillo... ¡Socorro, la democracia está en peligro! Zapatero afirma que Rajoy no se atreve a debatir cara a cara; Rajoy replica que Zapatero carece del valor suficiente para decir en Barcelona lo que afirma en Madrid (y de propina saca del baúl de los recuerdos el tema de la corrupción). Aznar... Bueno, el todavía presidente del Gobierno aseguró ayer mismo que el secretario general del PSOE "es el más insolvente de los cuatro líderes y medio que han tenido los socialistas en estos últimos años". Así, no es raro que una parte del electorado se sugestione, se estrese y esté listo para votar temblando.

Pero antes de profundizar en tan pavoroso tema, hagamos una incursión en el más risueño género de la comedia. Porque la jornada tuvo su apunte irónico gracias a un personaje que no es candidato, pero que también pone su granito de arena en la campaña: Alberto Ruiz-Gallardón. Estuvo en Huesca y allí razonó como sigue la próxima cita con las urnas: "Si el 14 de marzo se produce una gran victoria del PP y una sonada derrota del PSOE, será bueno para España y muy bueno también para el propio Partido Socialista". Muy fino don Alberto, no todos son capaces de ofrecerle al adversario un desastre terapéutico.

La hora de los valientes

En este match electoral, la primera regla es amilanar al oponente y describirlo como persona pusilánime aunque catastrófica. La segunda, convencer al votante de que los otros además de unos gallinas son peores que una plaga de langostas.

Los jefes socialistas han venido asegurando que Rajoy es un gregario que no se atreve a debatir en directo y necesita leer constantemente los papeles que le preparan Rato y los demás miembros de su equipo de campaña. Pero esto, cuando lo dice el primer candidato del PSOE, tampoco impresiona demasiado por más que Zapatero mueva la mano derecha como una cizalla. Por eso tal vez salió a la palestra Ibarra, el presidente extremeño, a demostrarle cómo se dan los pases de castigo, y sin pensárselo más acusó de cobardica al presidenciable conservador: "Anda escondiéndose detrás de las Fuerzas de Seguridad del Estado". Otros compañeros suyos le hicieron coro: "Aznar ha tenido que echarse al monte porque Rajoy no tira".

Porque José María Aznar derrocha osadía y desparpajo político. Lanza estocadas terribles. Por ejemplo cuando, casi inmediatamente después de que Zapatero anunciase su plan para sacar al mercado 180.000 viviendas anuales, sociales y VPO, él zanjó la cuestión sobre la marcha: "Yo de ese señor (el candidato socialista) no me fío un pelo".

Votar por si acaso

Tal vez sea cierto que a los estrategas del Partido Popular les preocupa la capacidad de su candidato para transmitir al electorado la urgencia de salvar a España. Le falta mala leche.

El PP quiere movilizar un voto preventivo o anticipatorio que impida no ya volver a una nueva edición de la era socialista (1982-96), sino incluso tener que negociar con ninguna otra fuerza el futuro gobierno de la Nación. Se desintegra el país, se acaban los "ocho años más prósperos y brillantes de nuestra Historia reciente", se hunde el empleo, estalla la burbuja inmobiliaria ... Para evitar tal cataclismo, no sólo son necesarios los votos de las gentes de orden, sino también los de quienes acaban de hipotecarse o disfrutan empleo precario (pero empleo, al fin y al cabo) o sobreviven con una pensión no contributiva. Cuidadín, que aún podría ser peor.

El PSOE maneja otra clave del voto del miedo. Ante las consecuencias de otros cuatro años de mayoría absoluta de los populares, intenta movilizar los sufragios de la izquierda desengañada que se pasó hace tiempo a Izquierda Unida o al Partido de la Abstención . ¡Compañeros, que nos arrollan!

En la periferia, los nacionalistas atizan el miedo al españolismo rampante. Bloqueiros, peneuvistas, la Esquerra de Carod-Rovira y otros se mueven en esa clave recontrapatriótica.

Y Llamazares, como es quien más miedo le tiene al voto del miedo recorre el país jurando que no teme a nadie: ni a los unos ni a los otros ni al bipartidismo en general.