Antes, en los pueblos, las fuerzas vivas se reunían en el casino a charlar. Eran el alcalde, el médico, el boticario, el maestro y el cura. Al maestro lo fusiló Franco en casi todas partes, o lo sustituyó por algún meapilas que gustaba de pegar a los niños con una regla en los nudillos; a veces, les registraba los bolsillos del pantalón con el pretexto de buscar cromos. El boticario ha perdido su puesto de honorabilidad y respeto a manos del registrador de la propiedad. Y el cura empieza a escasear por falta de vocaciones: o aceptamos inmigrantes ecuatorianos como párrocos o nos quedamos sin el servicio espiritual. Queda el alcalde, y de eso van las elecciones. ¿Y qué hace el alcalde solo y desamparado en el casino?

Pero, a falta de curas, la Iglesia ha encontrado sustituto. Un sustituto tan vociferante y agresivo como el de antaño, amenazante, salvaje, sin piedad, grosero, bestial, carente de escrúpulos, golfo apandador y sucio de ideas. Con una ventaja sobre los que algunos conocimos de críos: tiene un mensaje unificado y controlable. No tiene púlpito concreto, sino que se sube a las ondas. Está en la COPE, la llamada Cadena de Ondas Populares de España.

Los obispos son tan liberales que aseguran que ellos no pueden meterse en los contenidos que vomitan sus contratados cada día, porque eso es libertad de expresión. Estos liberales forman parte de un club que ha decidido enfrentarse en serio al Estado para volver a hacerse cargo de la enseñanza, para que los niños abominen de la fornicación y sean tolerantes con la estafa inmobiliaria.

Son liberales y valientes: proclaman la desobediencia cívica para que no se enseñe en sus colegios-negocio una asignatura que se denomina educación para la ciudadanía. Quieren un país enfrentado, en el que nos abramos unos a otros la cabeza a cristazos. Vale todo, el insulto, la calumnia y la falta de toda razón, porque si hay fe, para qué la razón.

La cadena COPE funciona bien en estas elecciones. Hay que ir a alguna iglesia en fin de semana a oír los sermones. Cavernas desde las que salen, casi siempre, proclamas contra la libertad y la ciudadanía. En estas elecciones son clave. Pobres alcaldes, solos en el casino.