Los extremeños son, solo por detrás de los castellanomanchegos, los que más se movilizan para elegir al presidente de sus comunidades autónomas. Así se desprende de los datos de participación de los comicios de este tipo que se han celebrado en España desde 1983; en concreto, de las trece regiones que celebran sus elecciones de forma simultánea, es decir, todas menos Andalucía, Galicia, País Vasco y Cataluña.

La media de los porcentajes de participación en cada una de las citas electorales pone de manifiesto que Extremadura es la segunda comunidad con mayor movilización de los electores, ya que el 74,6% de los extremeños con derecho a voto acude a las urnas el día de las elecciones. Unicamente la vecina Castilla-La Mancha --donde exactamente votan tres de cada cuatro ciudadanos con derecho a hacerlo-- supera la cifra extremeña. Entre los ciudadanos con más tendencia a personarse en los colegios electorales para elegir al futuro jefe de sus respectivas administraciones regionales, se encuentran los riojanos (72,2%), los valencianos (71,9%), los castellano-leoneses (71,1%) y de los murcianos (70%).

Por el contrario, ninguna de las comunidades que lograron la autonomía por la "vía rápida" --a través del artículo 151 de la Constitución, es decir, Cataluña, País Vasco, Andalucía y Galicia--, registran porcentajes de movilización tan destacados. Su calendario electoral es diferente, de modo que desde la llegada de la democracia ya han celebrado siete citas electorales (Andalucía y Galicia) u ocho (Cataluña y País Vasco) y en ninguna de dichas regiones habrá que votar el próximo domingo.

Si bien es cierto que los procesos electores de estas comunidades suelen despertar gran expectación, esta no se traduce después en una participación abrumadora. Más bien al contrario, ya que su nivel de movilización está bastante alejado del que presentan extremeños y castellanomanchegos. Y es que por mucha controversia que genere la aprobación del Estatut, por ejemplo, la participación en el proceso democrático tiene otras bases, como pueden ser el convencimiento ideológico, la costumbre o, simplemente, la ilusión.