A pesar del desencanto de una parte de la sociedad con la política en general, yo lo tengo decidido. Voy a votar. El 27-M me da una nueva oportunidad como ciudadano. Ese domingo podré ejercer algo más que un derecho, son años de reivindicación y lucha de muchos españoles, de mis padres, de mis abuelos... y si miramos un poco más allá, un lujo que ciudadanos de muchos países no pueden permitirse.

A pesar de que en el 2003 tres de cada cuatro extremeños acudió a las urnas, existe esa sensación de creciente desconfianza en los políticos, embarcados a veces en guerras que nada tienen que ver con las preocupaciones del vecino del tercero o el tendero de la esquina.

Votar es la única opción para que nuestra voz pueda ser escuchada. Votar en blanco, la expresión de la inconformidad de quienes no encuentran respuesta entre la oferta que hay. Pero si ese día ya se toma la molestia de ir al colegio electoral, casi preferible que se decante por elegir a alguien no llega a convencerle del todo, a alguien con quien en lo único que coincide es su derecho al voto, el que seguro utilizará para hacer oír su voz.