Tras una incursión en la ciencia-ficción con tintes de novela negra, el escritor almendralejense Alonso Guerrero da un giro total a su producción con Un día sin comienzo (De la luna libros), en el que se sumerge en los instantes previos a los atentados del 11 de marzo del 2004 en Madrid con total humanismo. De las 191 víctimas ha puesto su mirada en 37, en un trabajo literario que tiene algo de crónica informativa y que reflexiona sobre el azar que rige nuestras vidas.

Mucho más asequible al lector que sus anteriores producciones --y a caballo entre la novela y el periodismo-- Un día sin comienzo se presenta mañana, a las ocho de la tarde, en la biblioteca pública Jesús Delgado Valhondo de Mérida. El viernes 31 lo hará en el Centro Cívico de Almendralejo, a las 20.30 horas, y el 4 de noviembre, en la Casa del Libro, calle Fuencarral en Madrid.

-- Un palco sobre la nada , su anterior trabajo, era una novela negra de ciencia-ficción ¿Por qué ese salto ahora al realismo más absoluto?

--Me he humanizado. He dado un salto hacia las personas, que debí dar hace ya mucho tiempo. Los personajes de otras novelas mías son humanos, pero los de Un día sin comienzo son personajes reales. Necesitaba sumergirme en ese personaje colectivo, marcado por una serie de hechos muy particulares y trágicos. Siempre quise dar ese paso hacia los seres humanos y meterme aún más en la realidad de lo ocurrido. Los retos de esta novela, de esta crónica novelada, han sido muy importantes como escritor. Me hacía falta dar un impulso hacia el realismo para ver a los personajes de otra forma.

--Su libro plantea las vidas de las víctimas de los atentados del 11-M de Madrid de 2004, minutos antes de que se produjeran. Obvia todo lo doloroso y lo morboso para centrarse en los personajes. ¿Es buscado ese punto de vista narrativo?

--Absolutamente, no me interesa mucho toda la cuestión que ha surgido después de los atentados. He querido profundizar y contextualizar esas vidas. La propia palabra víctima descontextualiza todo lo que hay detrás. Mi crónica, mi novela, o como queramos llamarlo, es un intento de presentar ante el lector una cadena vital que de pronto ha sido rota. Quiero que el lector conozca las vidas que los atentados rompieron.

--¿Cómo se ha documentado para meterse en la piel de los personajes? ¿Ha sido un ejercicio cercano al periodismo?

--Sí, pero no he querido documentarme demasiado. Me he entrevistado con familiares de las víctimas, pero no he querido hacer periodismo. Este experimento es absolutamente literario. No he dejado de ser un escritor por el hecho de abordar un tema tan doloroso. He tomado unos cuantos elementos básicos de lo que las propias familias dijeron en los periódicos para reconstruir vidas imaginarias o ficticias de estas personas. No creo que por eso sean menos reales, al contrario. Mi planteamiento es de profundización, de ponerme en el lugar de ellos: quiero viajar con ellos en esos trenes.

--Parece que su pluma --al igual que en los pintores se aclara su paleta-- se ha despojado de bastante hojarasca retórica. ¿Coincide con esa observación? ¿Ha depurado su técnica?

--Absolutamente. Pero más que una depuración, lo que he hecho es ponerme en otro lugar de la narración, en otro punto de vista. Sí, depuración, siempre. Todo autor se depura. Además, esto es una humanización, no una innovación literaria ni un ensayo.

--¿Es éste su libro más maduro?

--Es un libro maduro. No sé si es el más maduro de todos los que he escrito, aunque por lógica el más maduro debe ser el último. Mis dos últimos libros (Un palco sobre la nada y Un día sin comienzo ) están escritos en puntos de vista casi opuestos, pero son igual de completos.

--Hay una gran dosis de observación de personajes, atmósferas... ¿Se inspira cuando va en metro?

--Me he montado muchas veces en ese tren, antes y después de que ocurrieran los hechos que narra la novela. En el realismo tienes que asumir el punto de vista de los personajes que están ahí. Todos los que nos montamos en ese tren a diario somos un personaje colectivo y tenemos mucho en común. Habitar un mismo tren ya presupone puntos de partida comunes.

--¿Cómo eligió a los protagonistas y por qué se fijó en ellos para la narración?

--De las 191 víctimas solo he escogido 37, pero ha sido absolutamente por azar. He abierto una serie de páginas que tenía recopiladas y he recogido los personajes que aparecían en ellas. Me da igual. No es un libro ni autobiográfico, ni hagiográfico por supuesto, pueden estar unos de la misma forma que otros.

--¿Todos podemos ser víctimas de golpe, sin saberlo? ¿Es ese el mensaje central de su nuevo trabajo?

--El libro es una reflexión sobre el azar, que no tiene principio ni final, es una especie de bucle continuo, en el que todos estamos metidos. No quiero decir que ser víctima de algo tan terrible como esto sea por causa del azar, pero hay algo en la vida que nos pone totalmente a su merced.

--¿Deja abierto el final de su libro --con hojas en blanco solo con las horas de las explosiones-- o simplemente nos plantea la nada, la muerte de los personajes?

--Las cuatro páginas en blanco que aparecen al final solo tienen escritos los minutos en los que estallaron las cuatro bombas. Es un final abierto solo para los personajes, pues el lector sabe que es un final absolutamente cerrado, por desgracia. He querido hacer un adelanto, un símbolo de la nada y de todo lo que vino después.