Fabián Ramírez, hombre de teatro hispano-colombiano, director de la compañía Alcaraván Teatro, afincada desde hace tiempo en el pequeño pueblo cacereño de Aldeacentenera, ha montado con Guillermo Piedrahita, director de la compañía Alcaraván Teatro de Cali (Colombia) el espectáculo Ñaque o de piojos y actores , del valenciano José Sanchis Sinisterra. Un hecho curioso de coproducción de compañías con el mismo nombre, que hace reencontrar a Ramírez y Piedrahita, actores que compartieron durante los años 70 enseñanzas, conocimientos, montajes y giras con el afamado Teatro Experimental de Cali, dirigido por Enrique Buenaventura (maestro del método de la creación colectiva ). Curioso también porque uno principales ámbitos de actuación de Sanchis Sinisterra --con la que fue su compañía Teatro Fronterizo-- ha sido, sin lugar a dudas, la textualidad, característica que la diferenciaba en los años 80 con el movimiento del Teatro Independiente español que abogaba por la creación colectiva, con el desprecio absoluto del concepto de autor y la primacía del trabajo escénico sobre el texto.

Ñaque o de piojos y actores (escrito en 1980 como un ensayo teatral didáctico) está considerado como uno de los textos más emblemáticos de la dramaturgia española de los años de la transición que, en estos tiempos de crisis, nos recuerda aquellas reivindicaciones por un teatro despojado de todo lo que no le es esencial (algo teatralmente afín a las teorías del teatro pobre de J. Grotowski, precedentes en aquella época). O sea, la defensa de un teatro mínimalista, puro y desnudo. Pero un teatro que "en esencia" ha existido desde siempre y no es una innovación de las vanguardias artísticas. Porque Sinisterra en este texto demuestra por medio de la realidad del teatro clásico español del siglo XVI, que junto a un teatro del poder existieron otras realidades teatrales marginales, manifestaciones populares que siempre fueron un intento de huída y liberación de los convencionalismos sociales creados por el poder.

Tal vez esa idea de desnudar al teatro del sentido espectacular que ciega los sentidos y concebir el lenguaje como creador de acción y, también, lo que constituye un pequeño homenaje a la esforzada profesión del actor comprometido y desamparado, que está contenido en la obra, haya sido lo que ha llevado a estas dos compañías de Teatro Alcaraván a recuperar este clásico contemporáneo y montarlo.

Un espectáculo que han estrenado primero en Colombia, después en Madrid (en una sala alternativa) y ahora en varias facultades de la Universidad de Extremadura, con la propuesta --totalmente fiel al texto original en su planteamiento de comedia lúdica muy accesible-- de contar la historia de los dos conocidos cómicos de la legua, Ríos y Solano, que desde el Siglo de Oro llegan a nuestros días creando teatro, cometiendo errores, sufriendo los padecimientos propios del trabajo y haciendo travesuras para pasar la vida de la forma más divertida mientras van desgranando conocimiento del Arte de Talía e ilustrando a los espectadores.

La puesta en escena, de Fabián Ramírez, logra con imaginación y creatividad que la acción meta-teatral y el recitado --la loa, los entremeses, autos, comedias y refranes-- funcionen correctamente y el público aprecie el espectáculo complacido. Ayudan los originales elementos escenográficos construidos por Luis Alberto Casas (el baúl y la pértiga de la que cuelga un hatillo) y la precisión de los efectos de sonido y luces manejados por Hortensia Minotta.

En la interpretación, Fabián Ramírez hace de Ríos y Guillermo Piedrahita de Solano. Ambos, llenos de vitalidad escénica y de matices, dieron una muestra de buen oficio profesional. En el primero se apreció la insólita capacidad gestual en el rostro y su magnetismo para derrochar simpatía. En el segundo, el buen entrenamiento físico y ductilidad en sus múltiples desdoblamientos de personajes cómicos. Los dos consiguen, finalmente, divertir y enseñar durante una hora y media cosechando una distendida ovación.