Yo tenía 21 años, la misma edad con la que falleció Migue Benítez, cuando Los Delinqüentes llegaron a mi vida. Mis gustos musicales por aquella época eran sobre todo rockeros (Extremoduro, Loquillo, Héroes del Silencio, Platero y Tú) pero ya escuchaba y admiraba a muchos otros artistas de fusión como Mártires del compás, La Cabra Mecánica, Tabletom o Pata Negra, que fue la primera referencia a la que más me recordó el estilo y la sinvergonzonería cristalina de Los Delinqüentes.

Fue Miguel Vivas, mi compañero en El Desván del Duende, la primera persona que me habló de ellos (aunque todavía no sabíamos que su nombre no se escribía con ce sino con cu y diéresis). La noticia nos llegó por medio de un amigo suyo de Conil de la Frontera, que tenía una maqueta con varios de sus primeros temas. De aquella maqueta me gustaron sobre todo tres canciones: El aire de la calle , Nube de pegatina y Tartarichi . Luego les perdí un tiempo la pista, hasta que una noche, haciendo zapping por casualidad, los vi tocando en televisión en los conciertos de Radio 3. Al fijarme en ellos me quedé asombrado. Nunca hubiera dicho que Migue, El Canijo y Diego eran tan jóvenes. Quizá la voz rota de Migue me llevó a pensar que tenían más edad. El caso que aquel concierto me dejó impactado por muchos otros motivos, sobre todo por la presencia desgarradora de Migue, un cantante diferente, como salido de la esquina de una calle cualquiera pero lleno de matices sabios y de un profundo sentir poético que enseguida identifiqué como propio. Y también por la forma de tocar de Diego, lo más parecido que había visto a Rafael Amador entre los guitarristas de mi generación, con una rabia y una destreza únicas en su forma de sacar sonidos flamencos, rockeros y bluseros a las cuerdas.

La música de Los Delinqüentes era distinta a todo lo que se hacía en aquel momento en España. Había pasión, subrealismo, desfachatez y savia nueva en sus canciones. Había honestidad y una raíz callejera que pocos grupos han sabido trasladar tan bien al escenario. Muy pronto marcaron para mí un camino de alegría y compromiso muy parecido al que yo deseaba caminar.

Compré esa misma semana su primer disco El sentimiento garrapatero que nos traen las flores y, de un día para otro, empezaron a ser, junto a La Cabra Mecánica, el primer referente que yo idealicé para mi grupo y mi música en El Desván. Desde aquella época, en nuestros primeros conciertos, nunca faltó alguna versión de sus canciones, casi siempre La luz del lorenzo o El Duende garrapata .

Con la salida de su segundo disco Arquitectura del aire en la calle corroboré algo que ya sospechaba: Los Delinqüentes iban a ser uno de mis grupos de referencia de por vida, y empecé también a admirar el trabajo más silencioso del Canijo (quizá ensombrecido para mí por la presencia tan mágica de Migue), sobre todo como letrista, por canciones como Poeta encadenado , y por los giros tan especiales de su voz, que me retrotraían a los primeros discos de Kiko Veneno. Aquel segundo disco era algo más oscuro que el que le precedía y también que el que le terminó sucediendo, pero a día de hoy es el que más escucho y disfruto de todos los suyos; aunque no sabría explicar bien el por qué. Canciones como El rey del regaliz o La niña de la palmera forman ya parte de la banda sonora de mi vida.

En el aciago verano de 2004 yo andaba dando un taller de poesía en un campamento para niños, y uno de mis alumnos en el taller, sabiendo que era admirador de Los Delinqüentes, me vino a dar la mala noticia de que Migue Benítez había fallecido. Aquella fue una de las primeras muertes de artistas queridos que lloré (tan sólo me había pasado antes con el poeta José Agustín Goytisolo y el cantante Antonio Flores) y desde ese día tuve muy claro que, de alguna manera, el alma de Migue debía seguir cantando también en mis canciones.

TODO PASO MUY rápido desde entonces y siempre me ha unido algo muy puro con Migue y su recuerdo. También, después, por supuesto, con el Canijo y Diego, a los que conocí en persona cuando compartimos cartel en el Festival Extremúsika 2006, y con los que grabamos ese mismo año, en Jerez de la Frontera, Macetas de colores , en un acto de generosidad que dejaba muy claro no sólo su calidad como músicos, sino también como personas, haciéndonos comprobar en carne propia un dato del que no se suele hablar casi nunca, pero que es muy real: Los Delinqüentes han tenido siempre un cariño muy especial por Extremadura, por su público extremeño y por determinados grupos y artistas de aquí.

Dio también la casualidad que en el segundo aniversario de la muerte de Migue nosotros andábamos por Jerez y pudimos compartir con ellos el concierto homenaje que le ofrecieron Canijo, Diego, Muchachito, Tomasito y Kiko Veneno, en lo que terminaría dando forma al G5. Esa noche tuve noticias de que Migue tenía un hermano mayor llamado Manu, al que muy pronto me sentí también unido en el dolor, en la necesidad de difundir la obra de Migue y, con el tiempo, en la sana amistad.

Desde aquellos días en Jerez, en el verano 2006, mientras grabábamos nuestro primer disco Eres buena gente en el estudio La Bodega, muchos amigos y músicos de Los Delinqüentes han colaborado en los discos del Desván por pura empatía musical (empezando por Josema Pelayo, su productor; continuando por Richar Rodríguez, José Amosa y Lele Leiva, técnicos de sonido fundamentales en la marca de identidad del estudio, y continuando por la mayoría de músicos de la Banda del ratón y Palocortao). Todo un pozo de sabiduría y luz para nuestra música.

He tenido también el orgullo de cantar varias veces con el Canijo y Diego en sus directos, tanto en Jerez como en Extremadura, y siempre he sentido que la raíz de nuestras inspiraciones eran exactamente las mismas: la calle, la libertad, la naturaleza. Lo que Migue llamó tan acertadamente sentimiento garrapatero . Nadie entenderá esa emoción si no vive la música como origen de todo, y no como fin de nada.

Según el libro homónimo de Santiago Secades Los Delinqüentes: 10 años de filosofía garrapatera , El Desván del Duende tiene la gran fortuna de ser el único grupo con el que ellos han grabado colaboración por partida doble, en 2006 con Macetas de colores y en 2011 con Delinqüentes y poetas , dos canciones de mi autoría, de las que siempre me he sentido y me sentiré plenamente orgulloso por todo lo que significan.

Con Delinqüentes y poetas sucedió algo muy mágico, y es que yo no solo quería hablar de Migue en la letra de la canción, sino que deseaba que su voz estuviera presente en ella. Cuando le transmití mi idea a Manu, su hermano, enseguida buscamos un audio de Migue del que pudiéramos rescatar alguna frase suya y avisamos a Canijo, Diego, Faé, Ale, Davile, Paco, Api, Teto, Pimentel, Dani, Morilla y todos los amigos que quisieran formar parte del homenaje. Nunca olvidaré aquella grabación llena de momentos emocionantes y graciosos, y la juerga que nos corrimos después en la Sala Tío Zappa. Y tampoco olvidaré la primera vez que interpretamos la canción en directo, el 30 de diciembre de 2011, en la plaza de toros de Navalmoral de la Mata. Empecé a llorar antes de llegar al estribillo. Cuando miré a mi alrededor, también mis compañeros Jorge Solana y Carlos Jerez tenía lágrimas en los ojos.

Luego se hizo el Forum Matajare por toda España y, a su paso por Badajoz, Manu nos invitó a cantar El aire de la calle y Chinchetas en el aire para cerrar el acto. Fue otra de las muchas noches que he sentido a Migue muy cerca, como cantando a mi lado.

Han pasado 10 años desde que Migue Benítez el Matajare , el loco , el poeta , se nos fue, y creo que todavía no somos conscientes del legado poético y musical que nos dejó. Y, menos aún, de la actitud artística que nos infundió a muchos.

No conozco otro caso en la historia de la música española de alguien tan precoz, tan prolífico, tan auténtico y tan inspirado como Migue. (Igual habría que compararlo con Mozart o Janis Joplin o Frankie Lymon en sus versiones más geniales). Pocas canciones tan personales y personificadoras como las que él escribió y cantó para hablar de su mundo y de su alma.

El mes que viene, concretamente el sábado 11 de octubre, celebraremos en su Jerez el Festival Vente pa' Jerez dedicado a Migue, en el que tendré el orgullo de cantar junto a sus compañeros en Los Delinqüentes y Matajare 9, y también junto a muchas de las bandas que en la actualidad hacen música garrapatera inspirada en la filosofía y el camino que Migue marcó. El recuerdo y el agradecimiento por creadores así se hace muy necesario en un mundo tan olvidadizo, injusto y, en ocasiones, hasta mezquino como la música.

¡Larga vida a Migue Benítez en nuestros corazones!, ¡Justa vida a su fuente inagotable de arte!