Imagina un caballo.

Imagina un caballo desbocado en la noche.

Pero no en los lugares ni contextos comunes,sino sobre el asfalto de las céntricas callesde una ciudad cualquiera,con luces de neón y gente que camina,una ciudad de tantasdonde jamás ocurre nada extraño,nada tan asombroso ni tan inexplicablecomo nuestro caballo imaginario.

Imagina un caballo.

Imagina un caballo desbocado en la noche.

Y la gente se aparta y argumenta y discrepa,y señala al caballo como a un ser de otro mundo.

Pero el caballo solo es un caballo.

Es blanco.

Corre y bufa.

Y no lleva montura ni riendas, solo crinesy músculos y ojos.

Y relincha.

Y sus cascos avanzanresonando en lo muerto del cementode esta ciudad que nunca vio un caballocorriendo por sus calles,tan libre, tan sin hombre, tan desnudo.

Imagina un caballo.

Imagina las formas de un caballo que escapa,nadie sabe de dónde ni hacia dónde.

Quisieran detenerlo en su carreray alcanzar a montarlo,sucumbir un instante para siempre a su fugasolitaria y heroica.

Pero nadie se atreve.

Hay que ser, para hacerlo, solitario y heroico.

Imagina un caballo desbocado en la noche.

Un caballo que corre como corre el deseo.

Y piensa en la ciudad al día siguiente, consternada y eufórica,recordando la escena del caballo.

Así es un buen poema:

Belleza desbocada donde nadie la espera.

(Poema inédito. Badajoz 2014)