Pasada ya la Semana Santa, no estaría mal recordar que, dentro de ese contexto religioso-laico, tiene lugar un canto único y consustancial a la misma: LA SAETA.

Liturgia, procesión, devoción, curiosidad, respeto... Toda la gama de sentimientos que puedan darse, atesora esta celebración que, a lo largo de siglos, ha ido aglutinando formas de hacer y sentir populares, que explosionan en esta variedad musical.

El pueblo, que por lo general parece asumir el dicho de San Agustín: "reza dos veces quien bien canta", recoge y refleja en ella toda la exaltación y sentimiento por Cristo.

El origen de sus porqués está en una nebulosa constante, al no haber quedado nada grabado y, poco, muy poco, escrito; las elucubraciones sobre los orígenes están, a veces, en lo que sea capaz de dejar plasmado la pluma del escribiente, en más o menos bonitura.

Francisco de Quevedo , fuera de su concepto sarcástico, expone: "Con pluma de 'saeta' / de esta hermosura y vigor, / Tengo hechas y deshechas / las alas del corazón".

Fray Diego de Valencina considera que su nombre de saeta se debe a los frailes capuchinos.

Muchos investigadores, que han escudriñado seriamente en busca de su razón de ser, no han podido descifrar el enigma. Lamentablemente, una vez más, la transmisión oral produce lagunas insondables; lagunas que, de haber estado resueltas, hubieran evitado suposiciones a veces incongruentes y fuera de lugar y razón.

Reflexiones al respecto

Máximo José Khan (Medina Azara o Medina Azan, según otros) indica: "Es la oración que los conversos cantaban (para aumentar la poca confianza que puso la Iglesia en su cristiandad), o tuvieron que cantar, obligados a Cristo o a la Virgen. Lo admirable de la saeta es que reúne en sí la máxima devoción (a Cristo) y la más terrible desesperación del judío obligado a optar entre la conversión o el exilio".

Rafael Manzano , en su libro El cante jondo , hace derivar las saetas "de la terrible composición del KOL NIDREI , rezo mediante el cual los sefardíes suplican a Dios que les anule el juramento prestado a la Iglesia Católica".

José Carlos de Luna , en su libro De cante grande y de cante chico , apunta que "en los siglos XVI y XVII no solo se cantaban saetas, sino que ya se les daba el nombre con el que seguimos conociéndolas. Se llamaban entonces saetas, aquellas coplas religiosas que los misioneros franciscanos entonaban por las calles, para excitar a los fieles a la piedad y el arrepentimiento".

Fray Diego de Valencina nos trasmite: "Los religiosos capuchinos, antes de 1706, cantaban saetas penetrantes en las procesiones de penitencia, que hacían en sus misiones".

Axiomas en esto del origen, son difíciles de definir.

¿Qué es la saeta?

En su libro El alma de Andalucía , Rodríguez Marín recoge unas manifestaciones en El Debate de 1928 de Joaquín Turina : "Una melodía, ingenua y algo solemne, ha perdurado mientras la saeta fue verdaderamente popular. En los primeros años del actual siglo, todavía conservaba el pintoresquismo y típico aspecto primitivo, localizado en la región andaluza. El pueblo cantaba a sus imágenes sin preocuparse, poco ni mucho, de que alguien le escuchase...".

Luis Caballero nos da una estupenda aproximación primigenia: "Esta saeta, hoy tan grande y amplia de matices, fue hace menos de medio siglo un cante corto y simple. Apenas resultaba una oración llana y sin grandes dificultades cantaoras".

Podemos decir que, fijándonos en su música, existen dos formas de decirla: una más sencilla y monocorde, y otra más vibrante que exige ciertas facultades cantoras. Una del pueblo llano, y, la otra, que necesita la garantía de conocimiento y facultades, incitando y comprometiendo al ejecutante, para que dé de sí todo lo que pueda, si sabe y tiene valor.

Agustín Aguilar y Tejeda , en su libro Saetas populares , escribe: "Es cosa que no admite discusión el que en las ceremonias populares que por la Semana Santa se practican en casi todos los pueblos, quedan rastros de los dramas religiosos de la Edad Media. Es muy posible que en un principio, en los misterios se intercalasen fragmentos cantados y que, en ellos, pueda encontrarse el germen de las saetas".

En el año 1996, bajo los auspicios de la Peña Amigos del Flamenco de Extremadura-Cáceres, se publicó el trabajo: Cáceres en Semana Santa - Saetas y marchas procesionales , que tuve el honor de dirigir y escribir.

Se recoge la saeta que hacía Teresa la Navera y que se cita como Saeta Cacereña.

En el escrito de lo editado, indicaba lo siguiente: "A los 7 años ya cantaba --con voz potente-- sus primeras saetas, que las había aprendido de escuchárselas a la Sra. Blasia y al blanqueador Miguel . Ella las recogió de las dos personas antedichas que tendrían unos 40 años y las ha mantenido hasta hoy. Estamos ante una tradición oral directa de aproximadamente 180 años. ¿Sirve esto para pensar en orígenes? ¡Claro que sí! Si bien las letras que canta actualmente son de su propia creatividad, puede decirse que ha mantenido la música y ha aportado nuevas formas de sentimiento a través de la letra".

En otra parte del escrito sobre la Saeta Cacereña decía: "Porque es curioso que las saetas de Córdoba son parecidísimas; las primigenias de Málaga también; las de Arcos de la Frontera igualmente; las de Marchena --centro fundamental saetero sevillano--, tienen un aire en su primitiva forma de decir; los pregones y saetas de Puebla de Cazalla (Sevilla) también suenan algo; y los pueblos de los alrededores también tienen aires musicales de reciedumbre, parecidos a los que asoman por estos lares cacereños.

Lagunas insondables por falta de documentos sonoros. Sea como sea, lo cierto es que lo que hoy conocemos como Saeta Cacereña está plenamente definida y tiene en Teresa la Navera su más fiel reflejo; porque tanto, en su forma de interpretarlas y sus dejes, asemejan plenamente su carácter de primitivismo antecesor; esa evolución que posteriormente han tenido a través de otras maneras de ejecutarlas y decirlas".

Y terminaba mi comentario: "Lo que estamos escuchando, en la grabación de Teresa la Navera , tiene suma importancia, y no ya por lo que ella diga --que evidentemente es importante--, sino porque arrastra muchísimos años y, generaciones anteriores, estarán presentes e inmersas en su manera de decirlas. Es un testimonio sonoro directo que pudiera ser trasunto de una manera de entender la Semana Santa en su origen interpretativo, y que ha ido desarrollándose con las diferentes maneras de sentirla y decirla, a través de su forma más directa, musicalmente hablando: la saeta".

Pudiera afirmarse que escuchando todas las saetas primitivas, parece tomar cuerpo la presunción de que esta forma musical primigenia pudiera proceder de los cánticos de las misiones religiosas, y que era la manera de hacer oración, que utilizaban los misioneros, como afirma Fray Diego de Valencina , para llegar con más facilidad al pueblo e incitarle a la penitencia. Y la que algunos denominan cacereña , como tantas otras, la iniciarían también los padres misioneros.

Luego se va desarrollando según cada lugar y facultades de sus ejecutantes, originando las diferentes formas de cantarla: una más sencilla y del pueblo llano, y otra que, necesitando facultades para ejecutarlas, será desarrollada musicalmente por saeteros flamencos.