Entre las innumerables personas de todas las clases sociales desde el Rey Felipe II , pasando por mujeres nobles (Duquesa de Alaba , Princesa de Eboli ...) extraordinarios santos (Juan de la Cruz , Juan de Avila , Francisco de Borja ..,) teólogos, gentes llanas del pueblo, y un largo etcétera, casi inacabable, hay dos varones que tuvieron una especial relación con Santa Teresa de Jesús , el Padre Gracián de la Madre de Dios , tan grande como marginado, y de quien nos vamos ocupar ahora, el gran extremeño San Pedro de Alcántara , de quien estaba prendada por sus virtudes, su sabiduría y por la mucho que la ayudó en los momentos más complicados de experiencias místicas. Nos cuenta en los capítulos 27-39 del Libro de la Vida como confesores y otras personas la asustaban diciendo que todo aquello que experimentaba: arrobamiento, éxtasis, revelaciones no podían ser obra de Dios y la obligaban a que resistiese. Ella nos dice que se servía de la Cruz para rechazar aquellas gracias místicas, pero en vano. Nadie la entendía hasta que llegó San Pedro de quien dice: "Este santo hombre me dio luz en todo y me lo declaró y dijo que no tuviese pena, sino que alabase a Dios y estuviese tan cierta que espíritu suyo (de Dios) y que si no era la fe, cosa más verdadera no podía haber, ni que tanto pudiese creer. El se consolaba mucho conmigo y hacíame todo favor. Túvome gran lástima. Díjome, que uno de los mayores trabajos de la tierra era el que ya había padecido, que es la contradicción de los buenos" .

Hablando de la santidad de vida de San Pedro de Alcántara escribe estas estremecedoras expresiones, que para los hombres actuales dominados por la comodidad, el placer y materialismo hedonista resultan poco menos que increíbles por exageradas, pero en Santa Teresa todo es sinceridad y verdad, así que es más importante creer a Santa Teresa que no a aquellos cínicos cuyo dios es el vientre y sus glorias sus vergüenzas.

Escribe Santa Teresa de San Pedro: "Me dijo este Santo que durante cuarenta años solo había dormido hora y media entre noche y día (...) En los grandes fríos se quitaba la capilla que llevaba y así hacia frente a los duros fríos. Ayunaba mucho y pasaba ocho días sin comer. Su pobreza y mortificación eran extremas. Era muy viejo cuando me vino a ver y tan extrema su flaqueza que parecía hecho de raíces de árboles. Con toda esta santidad era muy afable, tenía una conversación muy sabrosa" . Después de su muerte escribe Santa Teresa: "Díjome el Señor una vez que no le pedirían cosa en su nombre que no la oyese. Muchas que le he encomendado pida al Señor, las he visto cumplidas" .