El general Antony McAuliffe, que estorbó tanto como pudo la ofensiva alemana en las Ardenas resistiendo con los paracaidistas de la 101 Aerotransportada en Bastogne, respondió (por escrito) a la propuesta alemana de rendición con el famoso Nuts! que el estupefacto emisario enemigo no entendió a la primera. Podría ser traducido en el caso más extremo como un ¡y un huevo! Pero en las respectivas traducciones de los últimos libros de Antony Beevor, Christer Bergström y Rick Atkinson se ha optado, respectivamente, por un ¡chiflados!, un ¡majadero! y un ¡cuernos!. Una misma historia, en este caso el de la fracasada ofensiva final de Hitler en el frente occidental, puede explicarse de varias formas. Y no solo en cuestiones de matiz.

Los hechos son los siguientes: el 18 de diciembre de 1944, los alemanes rompieron el poco defendido frente de las Ardenas con el objetivo de llegar al mar en Amberes, en una marcha de 200 kilómetros, y crear una enorme bolsa, un segundo Dunkerke, que liquidase los tres ejércitos bajo el mando de Montgomery (uno británico, uno canadiense y uno de EEUU) y dejase a los aliados fuera de juego, para girar la vista hacia la URSS. La jugada falló y Hitler se pegó un tiro al cabo de cuatro meses.

En poco tiempo, al calor del 70º aniversario de la batalla (el año pasado) y del final de la segunda guerra mundial en Europa (hace 20 días) tres libros explican ese episodio desde la ortodoxia que ve en esa maniobra un impotente último estertor, en el caso del británico Antony Beevor (Ardenas, 1944. La última apuesta de Hitler ) y el estadounidense Rick Atkinson (Los cañones del atardecer , también en Crítica) o rompiendo con todos las ideas establecidas en el caso del sueco Christer Bergström (Ardenas. La batalla, Pasado & Presente ), que sorprende al defender que el führer era a esas alturas aún un comandante competente y el Ejército alemán un arma temible, que la ofensiva estuvo más cerca de tenir éxito de lo que se suele reconocer, y que ayudaron más los rusos a sacar a los aliados occidentales del aprieto que al revés. Era, sostiene, "la iniciativa más racional desde el punto de vista de Hitler", el de apurar las últimas posibilidades. Es decir, aclara en el libro, teniendo en cuenta que "lo más sensato desde la perspectiva del pueblo germano" habría sido "firmar la paz cuanto antes, porque la guerra se había perdido de manera irrevocable".