Se apagan las luces y comienzan a brillar la arena del teatro romano. Aparece en escena Pluto (Javier Gurruchaga), el dios del dinero, que con una venda en los ojos se pasea por Atenas. Se encuentra con Crémilo (Marcial Alvarez), un agricultor arruinado que le habla de la crueldad de la pobreza. "Toda la política se mueve por tí". Con estas palabras, el hombre pone de manifiesto su indignación, a la par que intenta convencer a Pluto de la magnitud de su poder. El dios, destrozado por las barbaries que se estaban sucediendo por su incapacidad de repartir la riqueza, se lamenta. Crémilo y Carión (Jorge Roelas), su criado, prometen devolverle la vista y con ella, su sentido de la igualdad social. Comienza así el mundo utópico del Pluto de Aristófanes, donde el pueblo se eleva al nivel de los ricos y la bacanal griega está servida. El montaje, dirigido por Magüi Mira, es el sexto que se pone en escena en el marco del Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida.

Las diferentes tonalidades de las luces contribuyeron a dotar de personalidad cada escena, que junto a los montajes musicales fueron un elemento principal en el desarrollo de la obra. Las voces de los actores estuvieron a la altura, a pesar de que no todos se desenvuelven en esa especialidad. Acompañados por ritmos nada clásicos que recordaban a canciones de los 80, apareció también en las arenas del teatro un coro que deambulaba con humor, cantando y bailando con máscaras griegas.

En la línea de la interpretación, un Gurruchaga camaleónico sorprendió a los espectadores, primero con un Pluto idealista, y después con una Pobreza que parecía sacada del mito de Medusa. Tanto su voz como la de Marcial Alvarez (Crémilo), impresionaron. Tampoco pasó desapercibida La Dama más ardiente (Marisol Ayuso), que junto a Joven Puto (Cayetano Fernández) subió la temperatura, ni una Praxágora muy reivindicativa (Ana Labordeta). Tampoco Juan Meseguer en el papel de sacerdote, el tesorero (Sergio Otegi) o Blepsidemo (Toni Misó). Todos formaron parte del engranaje dirigido por Magüi Mira, que llegó al romano con el objetivo de hacer reír y reflexionar al público.