Es imposible que socialistas y populares se pongan de acuerdo para buscar una salida a la crisis. Esa es la principal conclusión que se pudo extraer, ayer, de la Conferencia de Presidentes que se celebró en el Senado. De nada sirvieron las 12 horas de debate entre José Luis Rodríguez Zapatero, sus vicepresidentes y los barones autonómicos. Ni siquiera las continuas alusiones a los cerca de cuatro millones de parados lograron ablandar a los políticos en pro de un acuerdo de mínimos, a pesar de que Zapatero alargó la sesión con la esperanza de llevar a su terreno a las comunidades del PP. Pero fracasó. ¿Por qué? Pues, según Zapatero, que no disimuló su enojo, porque a los conservadores les faltó "más lealtad institucional con España" y prefirieron "lavarse las manos" por "interés partidista". Según los populares, porque el Gobierno quiso darles el abrazo del oso y hacerse "una foto" para compartir la responsabilidad de la crisis. Lo cierto es que los invitados a la cuarta Conferencia de Presidentes solo fueron capaces de consensuar un inocuo documento sobre la presidencia española de la UE y otro sobre violencia de género.

REAL DESAYUNO La cumbre comenzó a las ocho de la mañana. El Rey y el príncipe de Asturias ofrecieron un desayuno informal a los participantes en la Conferencia. A las 9.30 se inició la sesión de trabajo.

El primero en hablar, Zapatero. Explicó los ejes de su política económica, defendió su nueva ley de economía sostenible y reclamó colaboración para hacer frente a los duros datos del paro. A los presidentes populares no les gustó la alocución del jefe del Ejecutivo, por creerla autocomplaciente. Tampoco les agradó que no se les repartieran los documentos de trabajo desde primera hora, y así se lo hicieron saber a Zapatero y a la prensa.

Alrededor de las cuatro y media de la tarde, se reanudó la sesión de trabajo. Se procedió a intercambiar documentos: El Gobierno impulsó una propuesta sobre economía y empleo para tratar de involucrar a todas las comunidades en la resolución de la crisis. Asimismo, apostó por la creación de un grupo de trabajo para promover medidas contra el paro y solicitó un compromiso a fin de reducir el déficit de las administraciones. Zapatero abogó por favorecer la industria; desarrollar actividades del sector servicios y marcar nuevas directrices en el sector agrario, de pesca y medio ambiente, y también en la función pública.

A CARA DE PERRO Por su lado, los presidentes autonómicos del PP respondieron con un decálogo económico que exige reformas estructurales y liberalización de áreas estratégicas, como la energética, la de telecomunicaciones o transportes. Y añadieron otro dossier sobre pesca y agricultura. A partir de ese momento, comenzó un intensísimo debate ("a cara de perro", según varios protagonistas) y el desesperado intento por parte del Gobierno por aunar posiciones.

De hecho, se elaboró sobre la marcha un nuevo texto que recogía la gran mayoría de las iniciativas populares. Pero ni así fue posible el acuerdo, tal y como le dejó claro la presidenta de Madrid, Esperanza Aguirre, a Zapatero. "Presidente, no podemos corresponsabilizarnos de tus políticas económicas, porque no creemos en ellas", espetó.

Así las cosas, se sometió a votación el documento supuestamente integrador. Resultado: 12 votos a favor y 8 abstenciones, esto es, las de los gobiernos populares. Con el nuevo reglamento de la Conferencia de Presidentes, ese resultado no sirve ni para aprobar una "recomendación" a las autonomías. El asunto enfadó tanto a Zapatero que, en contra de su costumbre, no se privó de criticar al principal partido de la oposición, al que tachó de "desleal" y "oportunista".