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El Rodeíto es un asador abierto 24 horas. Por 100 euros, te sirven medio cochinillo a las seis de la madrugada. O un cuarto de lechazo a las cinco de la tarde. Está en las afueras, en una zona fea de Marbella, frente a Puerto Banús pero al otro lado de la autovía. Ese barrio, Nueva Andalucía, está plagado de edificios ilegales sin rastro de glamur. Hay hasta un restaurante rosa con columnas dóricas llamado La Gula. Aquello es para otra gente. Los chicos ricos y las niñas monas prefieren los bares playeros como Nikki Beach y Ocean Club, donde pueden ducharse con Moët & Chandon de 1.500 euros. Carlos Fernández, el exconcejal del Partido Andalucista prófugo, adoraba esas fiestas. Ninfas y efebos burbujeando alrededor de una visa. Y magnates sufragando la cascada de champán francés solo por mojar esos cuerpos. "Esto es la representación más obscena de la erótica del poder", resume Ana, una camarera del local.

En Nueva Andalucía el ambiente es otro. Los continuos tiroteos ensangrientan las aceras, los constructores devoran grasientos cochinillos y los ajados millonarios amontonan dinero negro sobre las ruletas del Casino. Jesús Gil se dejó allí mucho de lo que le robó. Y Lola Flores, mucho de lo que defraudó. No muy lejos queda la casa de Isabel Pantoja, la misma donde se acicalaba el exalcalde Julián Muñoz hasta que ingresó en la cárcel de Alhaurín. Aloe Vera, le llaman los reclusos, porque cuanto más se le investiga, más propiedades se le encuentran.

Alcaldesa ´ostentórea´

Un mes antes de la primera operación Malaya, hubo una cena en El Rodeíto. "Comamos los hombres buenos; si somos menos, comeremos más", leyeron los comensales en la carta de platos que aún hoy presenta el establecimiento. Juan Antonio Roca disponía de un reservado en el restaurante Cipriano, pero la naturaleza del asunto requería nocturnidad, alevosía y colesterol. Se trataba de eliminar a Marisol Yagüe y poner a alguien menos ostentóreo que esa señora que llegó a alcaldesa como inofensiva rociera y ahora llevaba una vida más escandalosa que los chiquiprecios.

El capo de urbanismo y unos promotores de colmillo retorcido bastaban para cambiar al pelele que se sentaba en el salón de plenos bajo el retrato de Gil. Eso fue lo que le pasó a Muñoz. Esta vez no hubo tiempo. Fueron detenidos. Y la gota malaya seguirá cayendo. "Muñoz es un pez chico. Roca, mediano. Hay que subir más", insisten fuentes judiciales.

El Rodeíto no entra en el radio de acción de los coches de caballos para turistas que parten de La Alameda, en el centro de Marbella. Una pena, sería una gran visita, aunque hoy se vean alcayatas donde antes había fotos de Roca. Mientras el ayuntamiento ha sido descabezado y la gestora provisional resuelve el fango contable y la bancarrota del ayuntamiento, los chóferes aprovechan el vacío administrativo para incluir la ruta malaya entre sus circuitos.

A petición de los clientes, visitan la casa consistorial, donde se cocía el pastel; los juzgados, donde hoy declaran cabizbajos los que ayer se pavoneaban por Puerto Banús; la horrenda mansión de Yagüe, en la que invirtió 600.000 euros en reformas tras la bien remunerada moción de censura que la llevó a la cima del poder; la exclusiva clínica USP, donde se restauró el perímetro abdominal.

El recorrido podría ser aún más jugoso. Justo enfrente de la parada de coches de caballos está Gómez & Molina, la joyería donde Muñoz y su exesposa, Maite Zaldívar, dejaron a deber 30.000 euros en Rolex. "El asunto está en manos de la justicia. Confiamos en él porque era alcalde, nos traicionó y guardamos una respetuosa espera de un año antes de denunciarlo", se limita a decir Miguel Gómez, hijo de la dueña. "¿Pero cómo guardar respeto a un tipo capaz de dejar en la carnicería Juanita una deuda de 230.000 pesetas?", se pregunta un tendero de la zona.

En la acera de enfrente está Dover, la firma de calzado donde Yagüe desató sus delirios de Imelda Marcos y compró cientos de modelos con los sobres calentitos que le daba Roca. Claro que afecta la operación Malaya a la economía marbellí. Aunque a veces se les olvidara pagar, esa gente consumía compulsivamente, como buenos nuevos ricos. Y se exhibía con avaricia. Las joyas eran para lucirlas; el champán, para desperdiciarlo; el sexo, para comprarlo; casa y coche, para dar envidia. Escaparate del poder, eso es Marbella.

Las marquesinas que dan sombra a los caballos en la Alameda pertenecen al restaurante El Burladero, donde la última en burlarse fue Isabel García Marcos: dejó un pufo de 9.000 euros en comilonas. La exteniente de alcalde expulsada del PSOE intentó pasar la factura al ayuntamiento y, cosa rara, fue rechazada. También se las vio negras para cobrar el fotógrafo que le hizo el reportaje de su boda, dos semanas antes de ser detenida. Yagüe, su compañera de celda, ofició el enlace. La fiesta nupcial que se celebró en el lujoso hotel Los Monteros casi podría repetirse ahora en el patio de la cárcel. No está el novio, pero sí la novia, el oficiante y la mayoría de los invitados. Ahora dice ella que los 370.000 euros confiscados en su casa eran regalos de boda.

Guante blanco

Este modus operandi , más de hampones de medio pelo que de mafiosos con oficio, contradice el diagnóstico del fiscal, quien sostiene que los ediles, empresarios y leguleyos de Roca formaban una trama de guante blanco. Nada de eso. Eran unos pardillos y han caído. El mafioso de guante blanco, aunque pareciera lo contrario, era Gil. Zafio, ladrón, déspota, fanfarrón y todo lo que quieran, pero una mente privilegiada para ejecutar cohechos impecables y amenazas contundentes. Su venerado Vito Corleone estaría orgulloso de él.

Los de la troupe malaya no son buenos discípulos de Gil, sino malos aprendices. Robar desunidos, tirando cada uno de un extremo de ese gran pollo a la Pantoja en el que se ha convertido Marbella, solo tenía un camino: la cárcel. Era muy visible. Lo de Gil también era un escándalo, pero para no dejar casi huella de sus delitos tenía a su servicio talentos de la abogacía, el soborno y la extorsión, capaces de mantener callado a un bedel del ayuntamiento o a un consejero de la Junta de Andalucía. Para tapar los ojos al pueblo, compraba a la gente. Un alto porcentaje de los votantes del GIL vivía directamente del dinero malversado, a menudo con conocimiento cómplice.

Cerveza y jamón gratis

No es difícil. Los marbellís son pocos y allí no se gobierna para trabajadores, sino para millonarios. Casi todos los votantes son personas mayores de origen humilde, pescadores que las habían pasado canutas hasta que en los años 70 Alfonso de Hohenlohe reinventó Marbella como solaz de millona-