"Del mitin, mejor olvídate, porque va a venir poca gente. Tienen miedo". La concejala del PSG-PSOE de Camariñas (A Coruña) Sandra Insua reproduce en su despacho del ayuntamiento la advertencia que le lanzó un vecino pocos días antes del inicio de la campaña gallega. Emilio Pérez Touriño, el aspirante socialista a suceder a Manuel Fraga al frente de la Xunta, había escogido esta localidad de la Costa de la Muerte, en la zona cero de la catástrofe ecológica del Prestige , para pronunciar el día 3 su primer discurso de campaña. A las ocho de la tarde se habían reunido casi 500 personas. Insua respiró aliviada.

Camariñas no parece lo que es. A la entrada del pueblo una gran pancarta sobre la carretera recibe al visitante con un Vota PP impreso en grandes letras. Pero Camariñas es socialista. Eso sí, en las municipales. Insua confiesa: "Aquí, se vota a la persona. Si el alcalde (Juan Bautista Santos) fuera del PP también le hubieran votado. Las autonómicas son otra cosa. Ojalá me equivoque, pero creo que el resultado será peor".

Mayoría costera del PP

De hecho, si Camariñas tiene hoy siete concejales socialistas, cinco del PP y uno independiente es por el voto en Ponte de Porto y otras parroquias del interior. En la costa y en el pueblo, donde viven los mariscadores y pescadores, el PP se lleva siempre el gato al agua.

Cerca del puerto, al que aún no han vuelto las barcas de faenar, un jubilado se entretiene contemplando la ría bajo un sol sofocante. Ni el carnet de prensa ni un DNI expedido fuera de Galicia logran apaciguar su desconfianza hacia el periodista. "¿Usted no será de la Xunta, verdad? Yo le explico lo que quiera, pero mi nombre no se lo doy, que me voy preso".

Emilio, por ejemplo, tiene 75 años y explica que, como hacen ahora sus hijos, ha dedicado toda la vida al centollo, los percebes, las nécoras y el camarón. "Cuando el Prestige , la Xunta se gastó mucho más dinero del que debía: 200.000 pesetas al mes para cada marinero. Y luego estaba lo de recoger el petróleo otros 30 euros por jornada trabajada. Muchos se frotaron las manos, pero no se crea, aquí hay mucho miedo a la Xunta de Fraga. Las multas, las inspecciones... ¿sabe usted?".

Sandra Insua, la concejala, explica lo que muchos se niegan a decir. Según ella, parte del temor se debe a las personas que controlan, directa o indirectamente, algunas lonjas y cofradías. La Xunta vigila que cada embarcación no realice más capturas de las permitidas y, asegura Insua, "algunas lanchas de inspección las llevan concejales del PP". Cada una de las 60 embarcaciones pesqueras está autorizada a descargar 280 cajas de sardina diarias. "¿Dígame usted qué quiere que haga (el 19-J) si no quiero problemas con la inspección?", dice otro marinero sentado en un bar.

Frente al puerto de Camariñas, cruzando el paseo, está la Casa del Mar. Antonio Lista, el patrón mayor, tarda 20 minutos en aparecer. Llega de pescar en su embarcación de 7,70 metros de eslora, un barco de bajura que emplea a dos marineros. Se dedica al marisqueo y la captura de lubinas, merluzas, pintas y pescadilla. Lista lleva cuatro años al frente de la cofradía. Antes lo estaba su primo.

"Yo soy de un partido, pero no le voy a hablar de política", responde cuando se le pregunta. "Aquí, cuando lo del Prestige , el comportamiento de la Xunta fue maravilloso. Tras siete meses y medio de veda, el mar quedó perfecto". Lista no admite las acusaciones de clientelismo político. "La cofradía tiene 300 socios y aquí se trata a todo el mundo por igual, a los armadores grandes y a los pequeños. Claro que hay una autoridad, porque las leyes las tienen que cumplir todos".

Muxía está más al sur, al lado opuesto de la entrada a la bahía. Fue otro de los pueblos más afectados por el chapapote. Alberto Blanco, alcalde del PP, revalidó su mayoría absoluta en el 2003, meses después de que zozobrara el Prestige . A punto estuvo de sumar un concejal más, como en otros muchos pueblos de la Costa de la Muerte, donde el PP salió reforzado. En su despacho de la primera planta del ayuntamiento, su móvil no deja de sonar. Entre llamada y llamada, demuestra que es un político bragado no dejándose interrumpir con muchas preguntas. "Después de tres años, aquí no hay Prestige. Lo hay porque usted lo pregunta ahora. Aquí batimos un récord de España a la hora de hacer frente a un desastre de aquella magnitud. La Xunta lo hizo razonablemente bien, llevó a cabo la parte del plan Galicia que le tocaba, porque la otra está paralizada, y hubo mucha solidaridad".

"Carreteo" de votos

Blanco lo tiene meridianamente claro: En la Costa de la Muerte no hay caciquismo y si se habla de ello es por "interés de algunos partidos que inculcan cosas que no se ciñen a la realidad; la palabra exacta es intoxicación", añade.

A unos centenares de metros, cerca de la lonja, un joven empleado del mar le contradice. "El problema es la mentalidad de la gente y el carreteo de votos. ¿Sabes qué quiere decir eso? Que en todas las elecciones a los mayores los llevan a votar en autocares y en coches particulares. Sólo hay que venir para comprobarlo, pero esto es la periferia. Aquí no se decide ni el Gobierno de Madrid ni el de Galicia, y a nadie le interesa ponerle remedio".

El mismo joven trabajador vaticina: "¿Las encuestas? Ni caso. Aquí no se va a mover nada, ni en la Costa de la Muerte ni en Galicia".