La jornada comenzó con Manuela Rubio, abogada de la AVT, midiendo mucho más sus intervenciones. Así se dirigió al primer miembro de los tedax de los muchos que comparecieron ayer: "Mire usted, quiero que me aclare algo, aunque soy acusación. Siempre me extrañó que no encontraran sangre tras la explosión del piso de Leganés..." Las cautelas duraron poco. La ceremonia de la confusión ha de seguir su curso, no hay nada que aclarar. Lo que les importa es la búsqueda de titulares para tapar cada descalabro conspiranoide . Los etarras negaron todo. García Castaño negó a Díaz de Mera. Y cuando los agujeros negros se iluminan con la verdad judicial, la única posible, toca agarrarse a las dudas del suicidio de Leganés. ¿Asesinaron los geos a los terroristas?, es la pregunta que no hacen pero intentan deslizar.

Uno por uno, fueron desfilando tedax, sometidos a cuestionarios concisos y unidireccionales. La pregunta estrella fue: "¿Vieron sangre en las paredes?" La mayoría no recordaba. Se fijaron más en "los trozos de lo que suponía eran personas" o en un subfusil bajo el colchón. Quizá no vieron sangre en las paredes porque ya no había paredes. La AVT y la defensa de Zugam, de nuevo formando tenaza, se las prometían felices: la amnesia y la memoria selectiva, esas grandes aliadas de la ambigüedad. De pronto, un tedax soltó: "¡Pues claro que vi sangre!". Es el problema de citar a tantos testigos, incluido el tipo que sujetaba el foco y los que recogieron vestigios días después de la explosión. Con que uno sólo se acuerde, adiós pantomima. Quizás las renuncias en masa de ayer --39 testigos de una tacada por parte de Abascal y afines a la AVT-- respondan a eso. Tanto va el cántaro a la fuente que acaba por romperse. Y que no le hablen de fuentes a Díaz de Mera.

"Nadie puso cadáveres"

El juez tuvo que recordarles de nuevo a los letrados que no se está juzgando a la policía. Lo de Leganés no fue ningún complot. Nadie puso allí cadáveres congelados, como defiende Manuela Rubio en los pasillos. Castaño destruyó la fábula: "Buscábamos islamistas sin control y con explosivos".

Hacia las tres de la tarde del 3 de abril de 2004, tras localizar el piso donde se atrincheran, los agentes llaman al portero automático. "Hola, ¿está Pepe?". Responden con acento árabe: "Aquí no vive ningún Pepe". Poco después, El Gamo sale del portal con una bolsa de basura, da la alarma, corre y se oyen tiros. A las 21 horas, los geos intentan entrar y una gran explosión consuma el suicidio y mata a un policía.

El candidato a la pregunta tonta fue el letrado Andreas Chaladis: "¿Tenían cinturones de esos con los que se inmolan los árabes?", preguntó. Nadie recordaba, hasta que llegó uno con memoria: "Yo vi medio pecho en contacto íntimo con un detonador, pegado a la carne y al hueso", dijo un tedax. "¿Derrumbamos su casa por insultarnos?", se superó Chaladis, defensor de El Conejo.