Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra". La corrupción y la financiación escabrosa traspasan las fronteras ideológicas y geográficas. El Financial Times digital abría ayer con el caso Bettencourt: la mujer mas rica de Francia, con cuentas en Suiza y dueña de L´Oréal, habría dado 150.000 euros a la campaña de Sarkozy. Ningún caso de corrupción prestigia la política, percibida ya según las encuestas como el tercer problema (tras el paro y la crisis) de los ciudadanos. Mucho más que el burka. Pero todo tiene un límite y lo que pasa en el PP lo sobrepasa.

El caso Gürtel demuestra que el PP de Valencia seguía (o marcaba) las pautas del mallorquín. Ayer, otro episodio: la detención (durante unas horas) del presidente de la Diputación de Alicante (y provincial del PP) y de tres concejales de Orihuela por un asunto de contratas de basuras. El presidente de la Diputación de Castellón (y provincial del partido), Carlos Fabra, espera juicio por corrupciones varias. El presidente Francisco Camps está en la cuerda floja porque el Supremo ha anulado una cacicada judicial a su favor. Y como Ximo Ripoll encabeza el sector zaplanista, opuesto a Camps, se puede decir que lo único que cohesiona a las tres provincias es la afición a los contratos extraños y a las amistades basura. Lo dice Rita Barberá: "Preocupante".

Demasiado para que Rajoy siga silbando, rogando que Ripoll sea el último y que Zapatero se hunda. Si quiere ser presidente no puede esconder la cabeza bajo el ala. Ayer, un agudo ultraliberal resumía con una palabra su última propuesta económica: "Banalidades". Rajoy no puede mostrar solo la paciencia del cazador que espera a su presa sin hacer ruido. En la última encuesta (en El País ), el PP sigue ganando por 10 puntos. Pero el saldo de desaprobación de Rajoy empeora dos puntos (hasta -47) mientras el de Zapatero sube 14. Hasta un poco digno -43.