Haciendo oídos sordos a las críticas por su visión centralizadora de España, José María Aznar utilizó ayer el último discurso de su periplo por EEUU para volver a la carga contra los nacionalismos reivindicativos y lanzar una proclama a favor de la "nación unida e indivisible".

"Tengo un profundo respeto y admiración por el carácter diverso y, al mismo tiempo, integrador de la sociedad americana. La manera en que gentes de procedencias distintas han sabido conjugar la fidelidad a sus orígenes con la conciencia de pertenecer a una nación unida e indivisible", dijo el presidente del Gobierno en Austin (Tejas).

LOS DOS "GRANDES"

La referencia a la unidad y la indivisibilidad la tomó Aznar del texto constitucional de Estados Unidos. El jefe del Ejecutivo ha expresado una admiración desmedida por ese país durante el viaje de seis días por tres estados de fuerte raíz hispana, que concluyó ayer en la capital tejana.

Sin hacer la menor referencia al componente cultural indígena de los hispanos de Estados Unidos, el presidente Aznar exaltó a esta colectividad por haber formado la "gran comunidad bilingüe del planeta" y "preservado el privilegio de formar parte de las dos grandes culturas universales", como calificó a la hispanidad y al mundo anglosajón.

El presidente alegó que los hispanos son una "gran lección" para los nacionalistas catalanes y vascos, a los que no citó. "La identidad cultural, la herencia histórica, no pueden ser muros de aislamiento, sino puertas de comunicación e intercambio", argumentó.

El presidente Aznar no dijo una sola palabra sobre la dramática situación en Estados Unidos de muchos inmigrantes hispanos, legales e ilegales. Prefirió hablar de cosas más prácticas: proclamó que ya hay 400 millones de personas en el mundo que no sólo hablan, sino que también "sienten" en español.