Transcurrido un mes desde que estalló el escándalo del espionaje en Madrid, al que luego se sumó la red de corrupción que afecta al Partido Popular, llega la hora de hacer balance de daños. La encuesta que hoy publicamos, la primera que refleja el impacto de estas turbulencias en el primer partido de la oposición y en las expectativas electorales del conjunto de los partidos, presenta a Mariano Rajoy como el principal damnificado seguido de Esperanza Aguirre, y a Alberto Ruiz-Gallardón y José Luis Rodríguez Zapatero, como teóricos beneficiarios de las convulsiones internas de la formación conservadora. Esa es la foto fija a día de hoy, pero la evolución de los acontecimientos, por ahora impredecible, podría deparar sorpresas. Veamos.

Lógicamente, cuando se vincula a un partido con la corrupción y afloran con toda la crudeza sus luchas intestinas, todas las miradas se dirigen a quien lo encabeza. De ahí que seis de cada diez encuestados citen a Rajoy como el más perjudicado, y que retroceda de modo significativo su valoración política y el porcentaje de encuestados que lo preferiría como presidente del Gobierno. Quien no lograr gobernar su partido, cavilan con tino los ciudadanos, ¿cómo va a poder gobernar el país? Si a ello se suma que la égida de Rajoy estaba cuestionada por su partido mucho antes de estos avatares, a nadie puede sorprender su desplome en los sondeos, parejo al de la estimación de voto que cosecha su partido.

La corrupción hunde las expectativas electorales del PP, que toca fondo y corre el riesgo de asfixiarse pero tiene la ventaja de que, al hacer pie, puede tomar impulso para volver a la superficie. Ello exigiría que Rajoy, en vez de buscar a un enemigo exterior que cohesione artificialmente a los suyos, pusiera orden en sus filas y apartara a quienes manchas las siglas. Lo que, sin duda, vigorizaría su quebradizo liderazgo.

Si no lo hace, y si encima las próximas citas electorales no acompañan, sus días al frente del PP están contados. En tal tesitura, el sondeo confirma lo es un secreto a voces en el partido: que Gallardón, ajeno a la virulento cierre de filas de los populares, consolida sus opciones como sucesor, pues los escándalos apenas les han salpicado y en cambio sí han enlodado a Aguirre, su gran rival.

¿Y Zapatero? Por ahora, la fortuna le sigue sonriendo. Aunque negar la crisis le pasó factura, el crac mundial aminoró el desgaste, y ahora la caída en picado de la oposición le da oxígeno: el PSOE gana ocho décimas en voto estimado, frente a los tres puntos que pierde el PP. Aun así, los socialistas están inquietos: si tras la tormenta llega el vendaval Gallardón, las elecciones ya no se podrán ganar por incomparecencia del adversario.