Siempre he creído que la acción política, y así adquirí mi compromiso hace ya 31 años, servía para transformar la sociedad. En nuestro caso, un pueblo, el vasco, que unos veíamos y queríamos que se gobernara a sí mismo. Con sus leyes, desde los valores de la democracia, la justicia y la libertad. Y otros, en cambio, lo veían desde unos valores revolucionarios, marxistas-leninistas, que les impulsaron a mantener la lucha armada como vanguardia para, supuestamente, conseguir sus objetivos políticos y, desde ahí, construir su modelo de sociedad. Cada uno optamos por nuestra vía. Ahora, 30 años después de que separáramos nuestros caminos, anuncian que se suman a la acción política para iniciar un proceso político, y nosotros les decimos: bienvenidos.

Hoy se incorporan a una sociedad moderna que nada tiene que ver con aquella que salía del largo túnel de la dictadura. Una sociedad avanzada, sí, en lo social y en lo económico. Pero también en lo político. Una sociedad que en diciembre del 2004 volvió a fijar en el Parlamento vasco una propuesta de nuevo Estatuto político, aprobada con mayoría absoluta y que establece como guía básica el derecho a decidir de la sociedad vasca. Como 15 años antes, en 1990, había hecho residir el derecho de autodeterminación en el Parlamento vasco, sede de nuestra soberanía popular. Bienvenidos a una sociedad que no ha dejado de trabajar y de avanzar, incluso en la búsqueda de relaciones más intensas y estables entre los territorios vascos, respetando la voluntad de los ciudadanos, y en virtud de su propio ordenamiento jurídico.

La paz parece hoy a nuestro alcance. Y vamos a contribuir, asumiendo todos los riesgos necesarios, a que la paz no tenga vuelta atrás en Euskadi. Avalaremos cualquier acuerdo sobre la pacificación a que se llegue entre el Estado y ETA. La paz es prioritaria. Y con la paz, sin el obstáculo que suponía la violencia, el chantaje y la extorsión, este pueblo no va a tener límites en sus aspiraciones. Sociales, de desarrollo y de bienestar, pero también en sus aspiraciones políticas, como nunca las tuvo, ni siquiera cuando refrendó el Estatuto de Gernika.

Pero, además de la paz, en este pueblo existe un problema político que dura ya dos siglos y que es imprescindible resolver. Pero sólo podrá afrontarse y solucionarse desde la participación de todas las opciones políticas en un proceso en el que se acuerde cuál debe ser el modelo político de Euskadi en el futuro. Un proceso entre los partidos vascos que suponga la aceptación de lo que allí se decida por el Estado. No cabe otro planteamiento, si no nos estaríamos haciendo trampas. Y nosotros no vamos a estar dispuestos a ello. No imponer y no impedir. Son nuestras premisas básicas para afrontar la normalización política. No imponer ningún acuerdo en Euskadi, y que no se impidan en Madrid las reglas básicas que nos hayamos fijado en Euskadi.

La acción política hecha de una forma libre, pacífica, democrática y responsable, exige a cada uno presentar sus iniciativas y estrategias para alcanzar sus objetivos en alianza o en solitario. Pero ni le obliga ni le impone al otro. Por eso, seguro que la sociedad vasca comprenderá que el PNV no participe en la manifestación que la izquierda aberzale convoca para el sábado. Además, teniendo en cuenta que gran parte de sus dirigentes no niegan que el principal objetivo es generar un polo capaz de sustituir al PNV. Están en su derecho, pero espero que esta apuesta democrática de Batasuna, auspiciada por el PSE, tenga algún elemento más de sustentación que derrotar al PNV. El futuro nos lo dirá y las conversaciones entre opciones políticas nos lo confirmarán.