El presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE), Ricardo Blázquez, aseguró ayer que los obispos "no se arrepienten" de la confrontación generada con su polémica nota sobre las orientaciones electorales para el 9-M. Sin el más mínimo ejercicio de autocrítica, Blázquez recomendó ayer leer la propuesta a los católicos con "serenidad y objetividad" y pidió que "acabe la tensión". Eso sí, después de que el texto que arremetía contra el Gobierno socialista se interpretara como un apoyo implícito al PP, Blázquez, considerado un moderado, sostuvo que el Evangelio "no se identifica" con ningún proyecto político.

Ese fue el mensaje clave en la primera intervención pública de Blázquez, seis días después de publicarse el documento. La expectación era máxima, pero el prelado se mostró esquivo a la hora de responder a los medios, limitándose a una cerrada defensa de la nota.

"No voy a entrar en esas cuestiones", repitió el presidente de la CEE hasta en seis ocasiones para responder a otras tantas preguntas. Así, no quiso decir nada sobre las impresiones que el documento ha producido en la Iglesia vasca; nada sobre las valoraciones críticas de relevantes miembros de la Iglesia en Cataluña; nada sobre una eventual revisión del sistema de financiación; y nada sobre la inquietud que la nota ha generado en los votantes socialistas.

CHARLA CON DE LA VEGA El presidente de los obispos admitió haber tenido una conversación telefónica con la vicepresidenta, María Teresa Fernández de la Vega, quien le llamó para expresar el disgusto del Gobierno. El le contestó que los prelados no habían dicho nada que no hubieran dicho antes.

Mientras tanto, en Barcelona, el cardenal arzobispo de esta diócesis, Lluís Martínez Sistach, pidió ayer al PSOE unas relaciones con la Iglesia exentas de cualquier "clima de amenaza". El purpurado se refería a las declaraciones del secretario de organización de los socialistas, José Blanco, quien abrió la puerta a una derogación del sistema de financiación del clero si el PSOE gana las elecciones.

En una entrevista con la revista Vida nueva , el arzobispo de Sevilla, Carlos Amigo, apoyó el controvertido documento del 30 de enero, pero también pidió a la CEE que asuma los reproches que sus opiniones generan.