Todas nacieron para defender, arropar y echar una mano a las víctimas de los atentados islamistas. Pero aunque tienen nombres parecidos, no son iguales. La política dividió a las asociaciones de víctimas casi desde el primer día. Unos pasaron a ser los del PSOE y otros, los del PP. Desde entonces tienen un papel cada vez más preponderante en la vida política, que no es ajena a su uso por intereses partidistas.

La división empezó una semana después de la masacre. En un acto de homenaje a los muertos celebrado en el vestíbulo de la estación de Atocha y al que también acudió la AVT --presidida por Francisco José Alcaraz y que hasta entonces englobaba a los afectados por los atentados de ETA-- se produjeron los primeros enfrentamientos. Miembros de la AVT acusaron a algunos de los presentes de recibir más atenciones por parte del Gobierno. Estos increpaban a la AVT argumentando que el PP había metido al país en la guerra de Irak y que sus familiares habían muerto por esa decisión. Tres meses después nacía la Asociación 11-M Afectados del Terrorismo.

El nombramiento por parte del Gobierno del primer comisionado de apoyo a las víctimas, que recayó en Gregorio Peces-Barba, también produjo enfrentamientos. El PP protestó alegando que no se había consensuado y pronto le acusó de estar al servicio del Ejecutivo socialista. La AVT y la Asociación de Ayuda a Víctimas del 11-M no tardaron en pedir su dimisión.

Además está la pugna por las ayudas económicas. El Gobierno de José María Aznar fue muy generoso con la AVT, que ha visto reducidos sus fondos hasta los 15.000 euros en el 2005, mientras que la presidida por Pilar Manjón recibió 80.000.

La convocatoria de manifestaciones por parte de la AVT, respaldadas por el PP, contra la política terrorista del Gobierno ha ahondado la brecha. La del 11-M no acudió porque no se le pidió opinión. En lo que todos coinciden es en negar que las víctimas tengan ideología y en que la comisión del 11-M que se abrió en el Congreso se terminara en el momento adecuado.