En esta ocasión, Jorge Moragas no atravesó el control de inmigración de La Habana. En julio se lo habían advertido: si traía visado de turista, sólo podía tomar el sol de Cuba. Ahora, su viaje frustrado se ha convertido en un incómodo bumerán para el Gobierno de Zapatero, que intenta un cambio de la política de la UE hacia Cuba. El embajador de España, Carlos Alonso Zaldívar, trató de evitar que el día de la fiesta nacional española fuera un hándicap para su gestión diplomática. Los disidentes fueron invitados, el embajador prometió que sería la última vez y, ahora, el PP sitúa la expulsión de Moragas como una nueva ficha en esta difícil partida de dominó que son las relaciones con Cuba. La sangre no llegará al río, el PP armará su política de firmeza y el PSOE deberá inventar atajos para cambiar la posición común europea. Mientras, 7 de lo 75 disidentes ya han sido excarcelados, pero el goteo promete ser lento y agotador. Sobre todo para quienes continúan presos.

*Periodista.