Tras los grandes ideólogos y perversos asesinos de Al Qaeda, descenso a los bajos fondos del islamismo golfo en Madrid. Más que de yihad, ayer se habló de "marrones", "bakalao", "McDonalds", "fiestones", "papelinas", "pastillas" y "trapicheos". Tiempo de pardillos, pringados y rateros, o así al menos quisieron presentarse los declarantes, la mayoría procesados por pertenencia a organización terrorista. Se habló tanto de vicios y tan poco de Alá que el Egipcio optó por quitarse por primera vez los auriculares con los que hasta ahora seguía atentamente la vista oral. Todo un síntoma del clima de la sesión.

Si la jornada anterior ya terminó con Otman el Gnaui explicando cómo acondicionaba con poliespán el zulo de Chinchón para abrigar a las gallinas --de explosivos, "nada de nada"-- ayer Abdellah el Fadual, el Enano, dijo que tres grandes policías le cogieron "como a una gallina", le pusieron boca abajo y por eso cantó cosas "que eran mentira". Miedo a las torturas policiales en episodios más cercanos a las cloacas de Torrente que a la realidad, ese fue el argumento ofrecido ayer para desdecirse de lo dicho por los imputados. El marroquí Mohamed Larbi declaró que inicialmente estaba dispuesto a "combatir en Irak", pero lo dijo porque lo torturaron obligándole "a comer cerdo". Reconocidos por el forense, ninguno presentó lesiones.

Los más profundos navajazos dialécticos se los dio Rachid Aglif, el Conejo, a su viejo amigo de juergas Rafá Zuhier, a quien quiso vincular con Jamal Ahmidan, el Chino. Al final fue él quien tuvo que rendirse a la evidencia de su estrecha relación con Ahmidan, uno de los autores materiales del 11-M. Aunque negó que fuera su hombre de confianza, le dejaba en su carnicería "una bolsa con 500 pastillas de éxtasis", además de mantener con él un intenso tráfico de llamadas, 21 de ellas el 9 de marzo del 2004, y dos fallidas ocho días después.

Vídeos aberrantes

Lo de Fadual, el Enano, fue un cacareo sin tregua, un galimatías que llegó a marear al presidente del tribunal y a su propia defensa. De todo lo que dijo en la fase de instrucción, marcha atrás. Ahora se presentaba como un simple "vendedor de ropa bakalaera para la gente de las discotecas". Su única conexión con los malos fue la vez que fue al piso de los hermanos Rachid y Mohamed Aulad Akcha y los pilló mirando vídeos "de Bin Laden o yo qué sé". El dice que les riñó por ver esas salvajadas yihadistas y que ellos se mofaron de él: "Si fueran mujeres, sí que te gustaría verlo, ¿verdad?". Con lo pequeño y feo que es, por lo que contó ayer triunfaba más con las chicas que el mismo Zuhier.

Hubo tantas referencias al lumpen, tantos episodios inverosímiles en las dependencias policiales y tanto sexo yihadista, que al final el ambiente en la pecera era de risotadas abiertas. Las víctimas empiezan a incomodarse. "¿De qué se ríen esos tíos?", lamentaban amargamente en el receso. Muchos, además, sienten extrañeza al descubrir que los peones del 11-M no iban a la mezquita, y que lo más cerca que estuvieron de Alá fue en Heaven y El Divino, las discotecas a las que acostumbraba a ir Zuhier.

Caravana sospechosa

Mayor perplejidad producen las preguntas que repiten los abogados de la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT) y la Asociación de Ayuda a las Víctimas del 11-M. ETA, el PSOE, el Centro Nacional de Inteligencia (CNI), los temporizadores, el titadine y hasta la Unidad de Drogas y Crimen Organizado (UDYCO) son una y otra vez, hasta el aburrimiento, objetivos únicos de sus romas preguntas. No descansarán hasta que demuestren que la caravana de la muerte está conectada con la ruta de las caravanas transahariana.

Cuestiones para esclarecer esa verdad a la que tanto apelan, ni una. Menos conspiración y más inspiración. Las víctimas lo merecen.