Una cadena de fallos informativos y de coordinación policial impidieron evitar la masacre del 11-M, en la que murieron 192 personas y otras 1.500 resultaron heridas. La policía y la Guardia Civil conocían el robo del explosivo. La brigada de información de Madrid controlaba los teléfonos de Abdelmajid Fajet, el Tunecino y de otros miembros de la célula terrorista. La Unidad de Drogra y Crimen Organizado (UDYCO) de Madrid controló a Jamal Ahmidam, el Chino , y supo que Rafá Zuher, principal confidente de la Guardia Civil, trabajó con él. Y el Centro Nacional de Inteligencia (CNI) aportó datos de que Allekema Lamari, el séptimo inmolado de Leganés, preparaba "un atentado en España". Nada sirvió para evitar la masacre.