ERC no encuentra el modo de hincarle el diente a Junts per Catalunya. Entendiendo como ‘hincar el diente’ conseguir llevar un poco la iniciativa tras el 21-D. Carles Puigdemont, su ‘exilio’, sus idas y venidas, sus conferencias y, sobre todo, su investidura, son como el gas, que ocupan todo el espacio disponible. Y además lo bloquea todo. Ello ha sumido a los republicanos, sabedores de que el electorado independentista castigaría severamente a ERC si ‘abandonara’ al ‘expresident’ en una especie de callejón muy atascado.

«Todo depende del grado de espectáculo que quiera dar Puigdemont» pondera un republicano que se duele de que, en tanto, no se discute ni qué hacer en el Govern ni de cómo repartirse las áreas de responsabilidad. Porque si los altavoces del PDECat hablan ya de un reparto de papeles, los republicanos afirman que eso no se ha empezado ni a abordar. Y los días pasan.

La pesadilla republicana

Ahora mismo hay una pesadilla extendida entre los republicanos que consiste en que Puigdemont apurará todos sus plazos hasta el último momento. Y solo entonces sacará de la chistera su plan b, que nadie sabe en qué consiste, pero que pasaría por investir a otra persona de su lista. Porque los posconvergentes tienen una carta ganadora, si no es Puigdemont será otro del PDECat o alrededores el que lo será.

Si a eso se llegara ‘in extremis’ y sin haber abordado el plan de gobierno, los republicanos temen verse empujados a investir a ciegas a un candidato, que lo mismo podría ser un ‘exoconseller’ como Jordi Turull o Josep Rull, que alguna cara nueva de la máxima confianza del ‘expresident’. Efectivamente, Elsa Artadi.

Y hay ciertas dudas en la sede republicana de Calabria, por decirlo de manera suave, de que si los posconvergentes no se ven en la obligación de ello, la próxima legislatura cuente con esa dosis de dedicación a los asuntos sociales que ERC considera imprescindible para ampliar la base, es decir, para conseguir que, de una vez, los independentistas crucen el 50% en unas elecciones.

El único consuelo que encuentran los republicanos es que la plasmación en realidad de esa pesadilla sería «una pésima forma de empezar» la relación en esta legislatura y que el daño lo sufrirían todos.

¿Y hasta dónde darán cobertura los republicanos al designio de Puigdemont de ser investido? Eso también atenaza a los republicanos.

Las declaraciones del flamante presidente del Parlament, Roger Torrent, dejan entrever que difícilmente se rebelará contra una suspensión cautelar del Tribunal Constitucional, por lo que, a corto plazo, la Mesa del Parlament se esmerará en no dejar por escrito que la investidura será a distancia.

En paralelo, ERC insistirá que toda demora en la investidura repercute en una prolongación temporal del artículo 155 y, por tanto, en algo muy poco deseable. Con el inconfesable deseo de que, con el paso de los días, Puigdemont haga como Artur Mas y haga un ‘pas al costat’.