Un musulmán que muere en el campo de batalla va directamente al paraíso. "Pero yo siempre he dicho a mi hijo que el paraíso te lo ofrece Dios, y no Al Qaeda", explica Mohamed Mahmu Ould Sidina, padre de Sidi Ould Sidina, en prisión desde hace más de un año por el asesinato de la familia francesa Tollet en la Nochebuena del 2007. Para llegar a su casa hay que salir de Nuakchot, la capital mauritana, y entrar en la periferia. Es como si hubiera pasado un tsunami. Casas sin techo, un perro yaciendo en el suelo y mucha basura.

Nuevas generaciones

En Toujonin, el barrio de donde salió el ala dura de Al Qaeda en el país, los niños vagabundean descalzos y sin nada que llevarse a la boca. Es un hervidero para el reclutamiento de nuevos miembros por parte de los terroristas, que ven en esos menores a las nuevas generaciones de la franquicia de Bin Laden. El desarraigo social, el estallido del desempleo y los regímenes militares como el mauritano --que solo buscan ostentar el poder, "en vez de mirar por el desarrollo del país", critica Abderraman Vall, abogado de uno de los islamistas recluidos en la cárcel de Nuakchot-- contribuye a llenar la cantera yihadista . "Mientras no creen ocupación, mientras la población no tenga acceso a hospitales, agua potable, electricidad... la batalla la seguirá ganando Al Qaeda", añade.

El padre del terrorista nos recibe bajo una jaima. Se sujeta la cabeza de dolor. "No tengo dinero para medicamentos y las autoridades quieren verme muerto por mi hijo", dice, cegado por la molesta sinusitis. Relata la historia de un hijo que comenzó a frecuentar las madrasas (escuelas coránicas) y a leer el Corán. Hasta que se fue a Malí, donde contactó con la célula yihadista Bellouar, que dirige Mojtar Belmojtar y que opera en la región del Sahel. "En mi casa siempre hemos sido sufistas. Dejé de hablar a mi hijo cuando se convirtió en salafista", cuenta.

Conoce al detalle el secuestro de los tres cooperantes españoles, y lo condena con firmeza. "Deseo que mi hijo salga de la prisión, pero no volverá a mí, sino a otra cárcel. La de Al Qaeda", responde, cuando se le pregunta sobre el posible canje de los integrantes de la caravana solidaria a cambio de islamistas. Sus otros cuatro hijos, muy pequeños, le miran. "¿Miedo a que a ellos también les laven el cerebro? No, lo de Sidane es una excepción, hago lo máximo por la educación de mis hijos. Acuden a clérigos contra el extremismo", dice.

Convicción ideológica

Sidi Ould Sidina jamás envió dinero a su familia. Solo hay que echar un vistazo alrededor. Solo hay miseria. "No piense que entran en la red por una cuestión económica, lo hacen por convicciones ideológicas", afirma su padre. En el mismo barrio está la casa del íntimo amigo de Sidina, también en la cárcel por el asesinato de los franceses. Su madre, enfermera, no revela su identidad. "Sidi Ould Chabannou nunca se interesó por la religión, solo le gustaba el rock. Luego se dejó barba y destruyó sus cintas musicales o las cambió por otras coránicas", dice.

A la salida de la vivienda del terrorista Chabannou, una llamada desde la cárcel aparece en el teléfono móvil del periodista mauritano que nos acompaña. Es Maarouf Ould Heiba, dirigente militar de Al Qaeda en Mauritania, que estuvo al frente de la operación para asesinar a la familia Tollet. "No tenéis que hablar con los familiares, sino directamente con nosotros. Primero saldremos nosotros de la prisión, y luego, los españoles", sentencia.