Misma hora, mismo sitio. Mediodía, plaza de toros de Vistalegre, en Madrid. El pasado 27 de marzo, hace poco más de un mes, miles de simpatizantes del PP se citaban en este coso cubierto para llorar de rabia por la derrota, para exorcizar sus demonios, con Aznar como maestro de ceremonias. Ayer, con Zapatero como protagonista, el escenario era el mismo, pero el filme no era un thriller satánico, sino una comedia romántica.

La versatilidad de Vistalegre como pabellón multiusos queda fuera de toda duda: lo mismo vale para acoger un tétrico aquelarre del PP que un alegre cumpleaños del PSOE. Lo que hace un mes eran imprecaciones se tornaron ayer felicitaciones; lo que entonces ceños fruncidos, ayer sonrisas de oreja a oreja. Tanto, que el más grave oprobio vertido contra el PP fue un cántico de tintes hippies: "¡Qué felicidad, la vida sin Aznar". Es lo que tiene el "talante", el buen rollo de siempre, según la nueva nomenclatura socialista.

Banderas plurales

Si en el mitin de despedida de Aznar proliferaron las banderas españolas --algunas con aguilucho incluido--, las que ayer hacía ondear la militancia socialista eran toda una muestra de pluralidad: del PSOE, de la Unión Europea, republicanas y hasta enseñas de los colectivos gay y feminista. Española, sólo una: la que cuelga en la tribuna de todas las plazas de toros. Si, como gusta de proclamar Zapatero, el PSOE es "el partido que más se parece a España", tal vez debiera plantearse seriamente un cambio de enseña.

Hasta que llegó José Luis Rodríguez Zapatero, con una hora de retraso, el acto de ayer fue un revival de los años ochenta. De ello se ocuparon los músicos teloneros y hasta el expresidente Felipe González, repetidamente aclamado. Tal vez para emular su gracejo, el nuevo presidente recordó que en 1879 Pablo Iglesias fundó el PSOE "junto a un zapatero". "Ahora otro Zapatero les rinde tributo", bromeó. Aunque pocos le rieron la gracia.