Pekín ha expresado este domingo su apoyo al Gobierno español en defensa de la integridad territorial de España frente a la declaración unilateral de independencia (DUI) en Cataluña. La posición de China con todo lo relacionado con secesionismos en el mundo es bien conocida, pero no se había manifestado aún con tanta rotundidad por su sagrado principio diplomático de no injerencia en asuntos ajenos.

"Entendemos y apoyamos la integridad territorial y la soberanía de España y nos oponemos a las acciones separatistas", sostiene el comunicado del Ministerio de Exteriores chino en respuesta a una pregunta de la agencia Efe. "Creemos que España puede mantener la estabilidad social y los derechos de la población", continúa.

La nota recuerda que China y España son "naciones amigas" y avanza que seguirán con la "cooperación amistosa" bajo los principios de respeto mutuo a la soberanía e integridad territorial y la no injerencia en asuntos internos ajenos. China califica rutinariamente a España como su "mejor amigo" en Europa.

Una sola mácula

Sus relaciones bilaterales solo se enturbiaron cuando la Audiencia Nacional quiso enjuiciar a expresidentes chinos por sus presuntas políticas represivas en Tíbet. La iniciativa generó protestas airadas de Pekín y apelaciones al mismo derecho de no injerencia en asuntos propios que ha mencionado este domingo.

Del apoyo de Pekín a Madrid se ha dado cuenta en el informativo vespertino de la CCTV1, el más seguido del país. La noticia ha recordado que Europa en pleno ya había apoyado a España antes. Ha sido la excepción al perfil bajo del asunto en los medios chinos durante los últimos días. La tardanza de la reacción oficial se explica por la acostumbrada falta de actividad oficial durante los fines de semana. La declaración de independencia llegó a China en la noche bien entrada del viernes.

Simpatía imposible

El 'procés' catalán no podrá hallar simpatía alguna en un país que sublima los principios de la unidad territorial y la soberanía nacional, que asocia partición a debilitamiento desde los dolorosos días del colonialismo y que gestiona con mano dura las veleidades independentistas en Tíbet, Xinjiang o Hong Kong.

China había rehusado hasta ahora manifestarse claramente sobre el asunto a pesar de su conocida hostilidad hacia los secesionismos. Su respuesta, apelando a su sagrado principio diplomático de la no injerencia en asuntos ajenos, siempre había sido calificarlo de una cuestión que debía lidiar España.