Jornada maratoniana en la quinta sesión del juicio por la masacre de Madrid. En la vista comparecieron cinco imputados que se enfrentan a penas que oscilan entre los 12 y los 27 años de cárcel. Son delincuentes comunes, pero cuya ayuda se considera vital para que la célula islamista pudiera conseguir los explosivos para perpetrar los atentados y financiar la operación.

Las explicaciones dadas por Rachid Aglif, el Conejo; Abdelilah el Fadual el Akil, Rumenigge; Saed el Harrak, Mohamed Larbi y Hamid Ahmidan --primo de Jamal, uno de los siete suicidas de Leganés-- sirvieron para conocer los preparativos de la masacre de Madrid. El Conejo explicó que era amigo de Jamal Ahmidam --encargado de transportar los explosivos desde Asturias a Madrid-- y de Rafá Zuhier. En octubre del 2003 estuvo en un encuentro que se celebró en un restaurante de comida rápida, al que asistieron el exminero José Emilio Suárez Trashorras, su mujer, Carmen del Toro, Jamal Ahmidam, Zuhier, otra persona y él mismo. En esa reunión, según la fiscalía, los marroquís ofrecieron droga a los asturianos a cambio de explosivos.

Sin embargo, Aglif negó que se hubiera hablado de explosivos y cargó contra su examigo Zuhier -- que fue expulsado durante unos minutos de la sala-- porque este a su vez declaró contra él ante el juez Juan del Olmo. El Conejo aseguró que su examigo había dicho "40.000 barbaridades" de él y, por ese motivo, se inventó que Zuhier estuvo en casa de Ahmidan. "Lo dije para que le metieran el marrón a él", puntualizó. Este imputado también contó que un mes antes, Zuhier se hirió en una mano después de un fin de semana de juerga. La fiscalía sostiene que Zuhier probaba un detonador que le había facilitado Suárez Trashorras.

El Conejo también cargó contra Jamal Ahmidan y le acusó de "trapichear" con drogas. El Fadual, tras decir que el suicida Amhidam era un "ladrón y un traidor", admitió que le compró un coche después de que este lo hubiera cargado con los explosivos robados en Asturias.

Por su parte, el Harrak reconoció que pasó la jornada del 7 de marzo del 2004 con Abdennabi Kunjaa --otro de los suicidas-- y que eran compañeros de trabajo. Sin embargo, no pudo explicar por qué la policía localizó en su bolsa de trabajo el testamento de este terrorista. El Rumenigge , por su parte, negó que hubiera intentado enviar a un conocido a Irak o que hubiera facilitado un teléfono a la familia de Mohamed Alfallah para que se despidieran de él tras irse a ese país, donde murió en un atentado suicida. Este imputado negó que hubiera ayudado a huir a varios de los fugitivos de Leganés.

Por último, el primo del Jamal Amhidam, Hamid, explicó que en la finca de Morata de Tajuña vio a varios suicidas de Leganés, antes de que se llevase a cabo la masacre, así como un cilindro del que salían unos cables.