Preguntado reiteradamente por el calado de su alma independentista, el líder de CiU, Artur Mas, ha confesado que votaría en un referendo por la secesión, pero que Cataluña todavía no estaba preparada para enfrentarse a esta pregunta. Según sus cálculos, con una baja participación podría ganar el , pero si va mucha gente a las urnas, el independentismo podría llevarse un batacazo contraproducente. Pocos meses después de este análisis, CiU ha permitido con sus votos que el Parlament tramite una iniciativa de referendo independentista que, de superar todos los filtros --incluido el del Gobierno español--, se celebraría en el 2011. Todo un envite que provocó una esperada alegría mayúscula en ERC, una sensación de incomodidad en ICV- EUiA pese a haberlo apoyado y la irritación del PSC, que se quedó esta vez en el lado del PPC y Ciutadans. CiU, lejos de expresar gozo, se vio obligada a acentuar su equilibrismo táctico para no enfadar a nadie a las puertas de unas elecciones clave para regresar a la Generalitat.

Con esta decisión el Parlament ha abierto una puerta que, con independencia de cómo se cierre, influirá en la campaña electoral catalana.