Tras tildar la nueva alianza progresista catalana de estafa a los ciudadanos y de menoscabo de la democracia, CiU se afanaba ayer en la tarea de hurgar en el notable disgusto que el pacto del PSC con ERC ha causado en el Gobierno socialista y en amplísimos sectores del PSOE. Tarea vana, al menos por el momento. El presidente del Ejecutivo, José Luis Rodríguez Zapatero, ya había acatado la víspera la decisión del líder del PSC y president in péctore, José Montilla. Un respaldo, el de Zapatero, sin entusiasmo y con temores, en efecto, pero respaldo al fin y al cabo.

Los máximos líderes de CiU, Artur Mas y Josep Antoni Duran Lleida, enviaron ayer el mismo mensaje al PSOE: los nacionalistas se ofrecen a colaborar con el Gobierno en el Congreso, pero a condición de que el PSOE reniegue de toda relación con ERC. En caso contrario, CiU ejercerá la oposición con sus consecuencias.

Los propios convergentes saben, como admitían ayer fuentes de CiU, que esa demanda no es más que un brindis al sol. Zapatero mantendrá su mano tendida a CiU, pero de ningún modo comprometerá la delicada situación de Montilla dándole un portazo a ERC en el Congreso.

NATURALEZA PACTISTA Por otro lado, la federación nacionalista nunca ha tenido alma radical ni vocación marginal. Fuerza gubernamental en Cataluña desde 1980 hasta el 2003 (¡23 años ininterrumpidos!), CiU siempre ha exhibido sus genes pactistas en el Congreso: apoyó a la UCD de Adolfo Suárez, al PSOE de Felipe González, al PP de José María Aznar y, más recientemente, al socialista Zapatero.

CiU tampoco se echará ahora al monte. Si acaso, podrá hacer ver que la empujan a ello, pero Zapatero no le pondrá fácil este extremo. Los nacionalistas harán una oposición directa y no tendrán complejos por coincidir con el PP en la oposición, según fuentes de CiU. Pero no echarán por la borda la sensatez ni su razón de ser política.

Eso no será obstáculo para que los parlamentarios convergentes diseñen estrategias para poner a prueba los propósitos de enmienda de la nueva alianza de la izquierda catalana. Las primeras iniciativas que tomarán en esa dirección en el Congreso, según las mismas fuentes, tendrán que ver con asuntos identitarios que pueden abrir brechas en el triángulo PSC-ERC-PSOE.

Aunque a regañadientes, Zapatero se ha comprometido con Montilla a no entorpecer la segunda oportunidad de la alianza progresista catalana. Al menos, mientras esta demuestre que ha aprendido de los errores.

Montilla y Zapatero hablaron largo y tendido el lunes por la tarde. La reunión no fue fácil. En las casi tres horas que ambos pasaron en la Moncloa, Zapatero insistió en el recelo que siente por ERC y, especialmente, por Josep Lluís Carod-Rovira, así como en los riesgos electorales que afronta el PSOE a raíz de la reconstrucción de la alianza.

SIN INJERENCIAS El próximo presidente de Cataluña intentó disipar las dudas del líder del PSOE asegurándole que esta vez todo será distinto. En el acto de presentación del nuevo Ejecutivo, Montilla advirtió de que no aceptará injerencias externas. Se refería a los intentos de dirigentes del PSOE para tratar de abortar el nuevo tripartito.

El ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, encargado por Zapatero de seguir el proceso negociador catalán, atrae las iras de los socialistas catalanes. Estos atribuyen al ministro un exceso de empeño que iría más allá de los márgenes marcados por Zapatero en el intento de impedir el pacto.