"Venganza democrática!". El lema es paladeado con deleite en el cuartel general de Convergència estos días en que el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero se enfrenta a los primeros efectos de su precariedad parlamentaria. En la sede de Unió, las consignas no son tan llamativas, pero sí igual de contundentes.

La cúpula de CiU ha rechazado todos los intentos de acercamiento del PSOE desde que la carambola desencadenada por las elecciones vascas y gallegas privaron al Ejecutivo socialista de sus últimos asideros estables en el Congreso, el PNV y el BNG. "El PSOE no puede esperar de nosotros ni agua", sentencia un alto dirigente de CDC. "Ni hablar de pactos de sostén parlamentario con el PSOE. Nos han engañado en todo, y ahora nosotros obedeceremos exclusivamente a nuestro interés", dice un estrecho colaborador del líder de Unió, Josep Antoni Duran Lleida.

El PSOE ha perdido a todos sus aliados parlamentarios (ERC, IU, ICV y BNG, primero; CiU, después, y el PNV finalmente). La única opción del Gobierno socialista es buscar de nuevo el respaldo del cóctel de grupos pequeños.