Camisas azules. Brazos en alto. Banderas preconstitucionales. Pendones con el yugo y las flechas. "Volverá a reír la primavera", cantan en la entrada del templo ancianos nostálgicos, jóvenes sedientos de acción y niños que, para orgullo de sus mayores, empiezan a familiarizarse con el Cara al sol.

La basílica del Valle de los Caídos honra un año más la memoria de Francisco Franco y de José Antonio Primo de Rivera, muertos un 20-N. La misa está convocada para las cinco de la tarde. Minutos antes llegan la hija del dictador, Carmen, duquesa de Franco, y José Utrera, que fue ministro de Trabajo y secretario general del Movimiento en el penúltimo gobierno franquista.

Insultos a Carod

Los cánticos se hacen más intensos. Resuenan insultos: contra Josep Lluís Carod-Rovira, contra Batasuna, contra los "musulmanes hijos de puta". Estallan en el aire límpido de la sierra de Guadarrama gritos de "¡Franco, Franco!" o de "¡España una, no cincuenta y una!".

Al acto han acudido entre 3.000 y 8.000 personas, según la procedencia del cálculo. Algunos profieren improperios contra José Luis Rodríguez Zapatero, porque esta vez se ha roto la tradición de permitir la entrada gratuita al Valle de los Caídos el día del aniversario del dictador. Salvo los que llegaron durante la media hora previa a la misa --que siguieron disfrutando de la bula--, el resto, que era mayoría, tuvo que pagar los cinco euros que Patrimonio Nacional cobra a los visitantes.

En el interior solemne de la basílica, la tumba de Franco está cubierta por coronas de flores. La custodia un veterano vestido de azul, en posición de firmes. En la intersección de las naves se levanta el púlpito, con un Cristo en una imponente cruz de madera.

De pronto se hace el silencio y entran en escena 14 sacerdotes, cuatro sacristanes, un coro de niños y el padre abad de la abadía de la Santa Cruz del Valle de los Caídos, Anselmo Alvarez Navarrete.

Un hombrecillo de unos 60 años se detiene después frente a la tumba de Franco y grita: "Hay que acabar con la izquierda". Un guardia, con brazalete con los colores de España, le pide que cese su diatriba: "Tú sabes que no me gusta hacerte esto, pero son las órdenes".

El padre Anselmo comienza con suavidad. Menciona la palabra "reconciliación". Dice que la misa no sólo es para honrar la memoria de Franco y José Antonio, sino la de todos los enterrados en la basílica, donde yacen unos 40.000 muertos, 20.000 del bando nacional y otros tantos del republicano.

La descarga

Pero entonces va al grano y descarga su artillería contra el Gobierno, sin citarlo. Lamenta que "en estos momentos" haya personas empeñadas en "abrir las heridas" en la sociedad española. Critica los cambios que "algunos" quieren imponer sobre la naturaleza y las tradiciones humanas, y denuncia "atropellos" contra la vida familiar.

Un sacerdote remata la misa recordando al "hermano Francisco", que se distinguió por su "fidelidad a los Evangelios y sus servicios a la Iglesia y a España". Como se dijo: misa para la reconciliación.