En sus 4 años como ministro de Defensa (del 2000 al 2004), Federico Trillo no dejó de tomar notas en unas fichas que llevaba en el bolsillo. En esas cartulinas apuntaba detalles de las reuniones que mantenía las tardes de domingo con José María Aznar y con otros ministros en un salón de la Moncloa que llamaban los pajarillos , por la forma de unas lámparas. "Allí tomamos muchas decisiones: sobre Perejil, sobre Afganistán, sobre Irak...". Cuando, el 20 de abril del 2004, abandonó el Ministerio de Defensa le dijo a su chófer: "Lléveme a un sitio a comprar una mesa grande".

El exministro se sumergió entonces en una terapia literaria con la que atemperar el fracaso electoral de su partido y la frustración personal de una gestión marcada por la guerra de Irak y, sobre todo, por la muerte de los 62 militares españoles en el accidente del Yak-42.

Una decisión de guerra

El resultado ha sido el libro Memorias de entreguerras (editorial Planeta) que presentó ayer y en el que, entre otras cosas, relata la oposición del entonces vicepresidente segundo del Gobierno, Rodrigo Rato, a la participación en la guerra de Irak. "Me rechazaba todos los planes que le presentaba sobre la misión en Irak", recordó ayer. "Rato pensaba que con un aumento de la cooperación era suficiente". Trillo recuerda la mirada triste --"me pareció de una gran tristeza"-- que Aznar le dedicó cuando se opuso a la intervención militar en Irak. También recuerda la designación de Mariano Rajoy como sucesor.

El chivato americano

Al ser preguntado si la decisión de enviar tropas a Irak fue una consecuencia del apoyo de EEUU en el conflicto del islote Perejil, Trillo desveló que los norteamericanos no sólo no prestaron apoyo, sino que "se produjo una filtración y tuvimos que cambiar los planes a las tres de la madrugada; en vez de utilizar la base sevillana de Morón de uso norteamericano ordené que salieran desde El Copero Sevilla".

Aunque Trillo no confirma si los norteamericanos alertaron a Rabat, su desconfianza hacia los aliados fue total. La orden de modificar el plan militar se produjo cuando dos helicópteros de asalto habían llegado a Morón. Aporta su visión sobre el accidente del Yak-42, reprocha la labor de tres periodistas y admite que "ha sido el capítulo más difícil".