Una de las grandes afirmaciones académicas que el 20-D enterró sin complejos es la que afirmaba que los debates no mueven voto.Los expertos en ciencia política tenían establecido que en España los enfrentamientos entre candidatos en televisión sólo servían para ratificar lo que el elector ya había decidido y reducían su capacidad para modificar la opinión a un exiguo 1,3%. Este análisis quedó pulverizado en las pasadas elecciones generales, los partidos lo constataron en el cruce de las audiencias con los 'trackings' -encuesta de seguimiento diario- y, ante el horizonte del 26-J, han decidido concederles un protagonismo inaudito en la historia electoral española.

La decisión no se toma de forma aislada, sino que viene fuertemente determinada por la etiqueta de austeridad que los partidos quieren instalar en la próxima contienda, sabedores de la hostilidad que despierta la propaganda electoral entre una población hastiada tras cuatro meses de negociaciones fallidas. Los debates son gratis. O casi. No favorecen a todos los candidatos por igual, pero este formato será defendido con uñas y dientes por los nuevos, Podemos y Ciudadanos, en la reunión de este jueves en la que las fuerzas políticas intentan pactar cómo reducir los costes de la campaña.

Las mayores reticencias siguen latiendo en el PP. Mariano Rajoy admitió este miércoles lo poco predispuesto que está. “A nadie le apetecen los debates”, despachó, aunque en su partido asumen que esta vez no podrá negarse a acudir, como adelantó este diario el lunes. El 20-D sólo aceptó un cara a cara con Sánchez y esgrimió que ni Pablo Iglesias ni Albert Rivera tenían representación parlamentaria, un argumento que ya no es válido.

De momento hay sobre la mesa tres ofertas. La de TVE para el 20 de junio; la de la de Atresmedia (Antena 3 y La Sexta), que le ofrece el 16; y la de Mediaset, que todavía no ha propuesto una fecha pero ha mostrado su voluntad de ser el primero. Las pocas ganas de Rajoy contrastan con el entusiasmo de Iglesias y Rivera, que aceptarán todos cuantos les propongan y, de hecho, ya han cerrado repetir el de la Universidad Carlos III. Pedro Sánchez ha conminado al candidato del PP a asistir, pero no anticipa qué haría si Rajoy se vuelve a ausentar.

EL COMODÍN DE LA VICEPRESIDENTA

En diciembre, el candidato del PP desestimó acudir al debate a cuatro y envió a la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, que recibió clases de interpretación durante una semana para preparar el encuentro con Sánchez, Iglesias y Rivera, un debate en el que, según las encuestas, el líder de Podemos se impuso ampliamente al resto de candidatos con una última intervención especialmente emotiva.

Entre las filas populares y los politólogos hay división de opiniones. Algunos consideran que fue un error no tomar las riendas como número uno del PP y “esconderse” tras la vicepresidenta, mientras que otros sostienen que hizo lo correcto al esquivar a los nuevos y solo debatir en un cara a cara con Pedro Sánchez, el único rival reconocido. En todo caso, fue una decisión de última hora. Parte de su equipo le propuso durante semanas que aceptara un debate con todos los candidatos -incluidos IU y UPD- para equiparar a sus adversarios y no ofrecer protagonismo a ninguno de ello