Miles de personas se concentraron el pasado martes en el paseo de Lluís Companys de Barcelona para asistir a lo que, presumían, iba a ser un día histórico. Y lo fue, durante ocho segundos, el tiempo que medió entre que Carles Puigdemont «asumió» los resultados del 1-O y su anuncio de que pedía al Parlament la «suspensión de sus efectos». No hubo declaración de independencia, o al menos así se lo tomaron muchos independentistas. Pero esa ducha escocesa no es el fin del juego. «Estoy segura de que cuando termine el plazo impuesto por Rajoy se proclamará la independencia de Catalunya», afirma Laia Camós, estudiante de 21 años del Baix Empordà. Will Luna, recepcionista de 25 años de Barcelona, confía en que el Govern de la Generalitat declare la DUI, para así poder saltarse una posible imposición del artículo 155.

El independentismo puede estar decepcionado por el frenazo de Puigdemont, pero no desilusionado. Cautela, responsabilidad política e inteligencia son algunas de las palabras que surgen cuando se conversa con diferentes ciudadanos partidarios de que Catalunya abandone España. Víctor Saltor, publicista de 52 años de Alella, es de aquellos que piensa que la del martes fue una «proclamación en diferido para no tener mayores problemas jurídicos con el ejecutivo central». En cambio, Rosamaria Cendrós, secretaria de Barcelona, afirma rotundamente que se declaró la independencia, lo que sucede es que el 'president' prefirió «suspenderla para así dialogar». Pese a diferir en cuál es el estatus de Catalunya, a ambos les hubiera gustado que Puigdemont hubiera señalado una fecha concreta para levantar la suspensión a la declaración. En otras palabras: un límite a la mano tendida a Rajoy. «El 11 de septiembre del 2018, por ejemplo», propone Víctor, más paciente de lo que suelen ser estos días muchos independentistas.

Los argumentos de los soberanistas suelen ser comprensivos con la decisión del ‘president’

Cuesta encontrar en la conversación pública a independentistas que critiquen a Puigdemont. Descontentos, sí; enfadados, tal vez; pero no decepcionados ni en contra del 'president'. Una de las opiniones más extendidas es que no se puede actuar imprudentemente y que hace falta disponer de un amplio apoyo internacional y las medidas necesarias para que se reconozca a Catalunya como un nuevo Estado. «Interesa tener el apoyo de Europa, es mejor mantener la mente fría», en palabras de Gemma Cerezo, jubilada de Barcelona. «Sin el apoyo internacional el procés carece de fuerza y la solución podría pasar por unas elecciones», coincide con ella Will. Laia, por el contrario, considera que «la Unión Europea no se implicará en el conflicto ya que está formada por un conjunto de estados nacionalistas». Ayer, el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, le dio la razón al asegurar: «Si permitimos que Catalunya se separe, otros estados harán lo mismo y ello provocaría un gran rechazo a la UE».

Entre los desencantados por la suspensión de Puigdemont se encuentra María Castanyer, estudiante de 19 años de Mataró. «Emocionalmente estoy dolida pero no se puede perder la esperanza. Todo es una estrategia», asegura Maria, que considera que el objetivo de Puigdemont fue pasar la pelota al tejado de Madrid, ya que todo el mundo es consciente de que «difícilmente Rajoy aceptaría sentarse para dialogar». En una línea similar, Gal·la Basora, estudiante de 22 de años de Santa Coloma de Cervelló, admite que Puigdemont no proclamó la independencia el pasado 10 de octubre, pero que se trata de una estrategia muy calculada: «Se ha ejecutado la estrategia de la vía eslovena y ahora la responsabilidad la tiene el Gobierno central». Si Rajoy y su ejecutivo no se sientan a la mesa a negociar, «quedarán en evidencia ante la comunidad internacional, «perderán amigos y apoyo», en palabras de Gal·la.

Diálogo y mediación

El bloque independentista no es un homogéneo. En él conviven los diputados de Junts pel Sí (que agrupa a ERC, PDECat y figuras independientes) y la CUP. Los simpatizantes del grupo antisistema se han mostrado más contrariados por la «suspensión» de Puigdemont (Arran llegó a hablar de «traición»),pero en la conversación pública abundan más los argumentos partidarios del diálogo y la mediación que los de la DUI sin contemplaciones. Escuchando los argumentos de muchos ciudadanos a favor de la independencia que han escrito a la sección de Entre Todos de EL PERIÓDICO, puede concluirse que Puigdemont se ha ganado la confianza del bloque independentista, por mucho que sean bastantes los que el martes recibieron sus palabras como un jarro de agua fría. «Puigdemont nunca nos ha traicionado, es un hombre valiente que no pudo haber actuado de forma diferente porque estaba en juego su entrada en prisión». En la misma línea, a Víctor le merece una muy buena opinión, pues considera que está haciendo una «labor sincera y honesta». En cambio, y esto tampoco es inhabitual, su opinión del PDECat es mucho peor. «El partido nunca fue independentista hasta que a Mas le convino».

Escepticismo

De la misma forma que la figura de Puigdemont genera consenso, sobre Rajoy tampoco hay demasiados matices: hay muy poca confianza en que la mediación que reclama la Generalitat llegue a producirse. «No creo que tal cosa suceda. Rajoy dejó bien claro en su comparecencia que si Catalunya no reculaba no le temblaría el pulso con tal de recuperar el orden constitucional», afirma Gemma. ¿Cuál sería esa reacción? el famoso artículo 155 de la Constitución está en boca de todos, aunque nadie sabe muy bien de qué se trata, ya que jamás se ha aplicado. Gal·la y Will alertan de que una decisión así podría hacer que Rajoy perdiera apoyos «entre la propia población española», mientras que Rosamaria opina que un gobierno como el de Rajoy «puede hacer cualquier cosa con tal de preservar la unión de la patria». El temor a escenas de represión como las del 1-O está muy presente en la conversación pública del mundo independentista en Catalunya.

A pesar de la decepción y la incertidumbre, a pesar de ese temor, el independentista sigue siendo un movimiento basado en la ilusión. «Lo que quiere la gente es eso, la independencia ya». Cuesta encontrar a alguno que no confíe en la inminente llegada de la República catalana. Laia lo resume en una frase sucinta: «Ho tenim a tocar».