Curioso el texto propuesto por el Comité Olímpico Español y la Sociedad General de Autores para que se convierta, por iniciativa parlamentaria popular (medio millón de firmas Dios mediante), en letra del himno de España. Admito que no me ha parecido un alarde de originalidad y que me he sentido extrañamente identificado en las palabras de Gaspar Llamazares, quien apuntaba que si José María Pemán levantara la cabeza se plantearía una demanda por plagio.

Recuerdo con vívida nitidez mi primer contacto infantil con la letra de Pemán. Estaba en el libro de texto de Ciencias Sociales de quienes en 1976 cursábamos la EGB. Tengo la duda de si tendría siete y ocho años pero recuerdo aquel libro enorme y amarillo titulado premonitoriamente Cosmos ya antes de que a Carl Sagan se le despertara la inquietud por mirar al cielo. En beneficio de los padres menesianos que se ocuparon de alimentar en aquel entonces mi más tierna composición intelectual del mundo diré que a nadie, seglar o religioso, se le ocurrió en aquel colegio de Portugalete que me aprendiera semejante sucesión de loas a los yunques y a los brazos alzados. Pero en alguna parte de la memoria sí me debió de quedar impreso algo de aquello cuando, al igual que el coordinador general de IU, los "vivas" del nuevo texto me han hecho recordar aquellos y veo en éste reflejo de los "glorias" y las "patrias" de aquél, aunque ahora el azul ya no sea el mar sino el cielo y ya nadie con dos dedos de frente alce los brazos. No obstante, creo que las dudas sobre el fondo de aquella letra y el trasfondo de la actual no tienen mucha razón de ser. Me resulta más sencillo atribuir las coincidencias más a una falta de imaginación que a una vocación de formar el espíritu (nacional) en una dirección trasnochada. Quizá, sencillamente, lo que tiene el nuevo himno, si lo llega a ser, es lo que se espera de un himno. Grandes conceptos, pocos contenidos y, si uno se empeña en analizarlos, guiño a la idiosincrasia del momento en que se compuso. Por empezar por el ombligo, el Gora ta Gora rezuma de compromiso católico como solo podía ser cuando Sabino Arana lo compuso; en el himno de la Comunidad de Madrid, moderno y autonómico, se canta hasta a los bancos y los semáforos como seña de identidad para concluir poco menos que algo había que hacer en el dibujo de las autonomías (Yo soy el Ente Autónomo último, /El puro y sincero. /Viva mi dueño, /Que, sólo por ser algo, / ¡Soy madrileño!). Y así,... No lo encuentro bien ni mal. Que tenga o no letra la Marcha Real no sé si es virtud o defecto. Pero agradecería que no pretendan convencerme de que el tema sale ahora solo porque lo piden los deportistas para cantarlo en Pekín.