El corazón no ha podido con la razón. El optimismo general con que los socialistas recibieron los resultados electorales del 27 de mayo en Navarra dio paso a dos meses de tacticismos, maniobras, órdagos y un "deseo de cambio" de las bases que chocó con los intereses de la dirección federal del PSOE, en la madrileña calle de Ferraz, que nunca alejó la vista de las elecciones generales del 2008.

El convulso panorama político que arrojaron las urnas ha llevado al PSN a proponer hasta cuatro gobiernos diferentes según el avance de las negociaciones. La apuesta del candidato socialista, Fernando Puras, de un tripartito con Nafarroa Bai e IU recibió la bendición inicial de Zapatero. Sin embargo, los contactos entre socialistas y vasquistas siempre se acompañaron de desavenencias. UPN retuvo la alcaldía de Pamplona al no apoyar el PSN a la candidata de Na-Bai, Uxue Barkos, y evitar así que ANV tuviera la llave del Gobierno local. Fue la primera imposición de Ferraz.

Días después, el candidato de UPN, Miguel Sanz, regaló a los socialistas el control del Parlamento foral y se mostró dispuesto a renunciar a la presidencia en favor de Puras. El comité regional del PSN no entró en el juego, pero desde Madrid empezaron las dudas. Lo que para los socialistas navarros era "vital", un pacto con la coalición soberanista, empezaba a verse como una bomba de relojería para el futuro por una parte del PSOE.

NUEVO ESCENARIO El panorama había cambiado. ETA había vuelto a las armas y lo mejor era abstenerse y allanar el camino a un gobierno de UPN en minoría. Pero, el mismo día que el secretario de organización del PSOE, José Blanco, constataba ante Puras "discrepancias insalvables" con los vasquistas, otro socialista, Francesc Antich, llegaba a presidente de Baleares con apoyo de 5 partidos nacionalistas.

La división en el PSOE era un secreto a voces y Zapatero la evidenció en el debate sobre el estado de la nación. Puras se sintió respaldado cuando, indirectamente, el presidente del Gobierno dio luz verde al tripartito. "El PSN decidirá de acuerdo con las ganas de cambio de los ciudadanos navarros", dijo el presidente. La promesa no influyó en el partido. El Parlamento foral marcó el 18 de agosto como fecha límite para votar al presidente. Si no, Navarra estaba abocada a nuevas elecciones. El reparto de consejerías enfrentó a los partidos e hizo saltar por los aires las negociaciones entre PSN y Na-Bai.

OTRAS VIAS La presión de las bases, en un sentido, y los intereses del PSOE, en otro, llevaron a Puras a otras vías. En tres días, llegó a plantear un gobierno de concentración con todas las fuerzas, la repetición de los comicios y dar su apoyo a UPN. Pero Sanz no estaba dispuesto a gobernar con la amenaza de una moción de censura. Se habían agotado las posibilidades. A Puras solo le quedaba lanzar el órdago y esperar el milagro en Ferraz.