El día 11 de mayo del 2004, la Universidad de Barcelona conmemoró el 25º aniversario de la Constitución española con un homenaje a Jordi Solé Tura, uno de los siete miembros de la ponencia parlamentaria encargada de redactar la Carta Magna. Aquel acto de reconocimiento y celebración se convirtió en una trance penoso para los familiares y amigos del político catalán, cuya intervención estuvo plagada de lagunas e incoherencias. Especialmente doloroso, por insólito, fue ver cómo era incapaz de recordar la palabra que había dado sentido pleno a su larga y fecunda carrera política: Constitución . El alzhéimer le fue diagnosticado poco después. Solé Tura falleció a mediodía de ayer a los 79 años. Constitución , aquella palabra perdida por culpa de la enfermedad, fue la más repetida por los que le recordaron y lamentaron su muerte, apenas 48 horas antes del 31º aniversario de la Carta Magna.

El Gobierno socialista reivindicó el talante progresista y tolerante del fallecido y su defensa de la cultura "de todas las Españas"; CiU valoró su "interpretación abierta" de la Constitución; IU-ICV subrayó su lucha por la libertad durante la dictadura franquista; y el PP destacó su "espíritu de conciliación" durante la transición y su contribución a la creación de ese "marco de convivencia extraordinario" que es la Carta Magna.

PRESENCIA FUNDAMENTAL Tura participó en la ponencia constitucional en representación del Grupo Comunista, y su presencia resultó fundamental para construir el delicado equilibrio del Título 8º, relativo a la organización territorial del Estado. Consciente de la trascendencia histórica de la misión que le había sido encomendada, jugó un importante papel como mediador entre las posiciones, en ocasiones irreconciliables, de los ponentes de la derecha y del PSOE, pero, en el momento de abordar el apartado dedicado al Tribunal Constitucional, se quedó solo al defender que las leyes refrendadas en referendo no pudieran ser recurridas.

Nacido en Mollet del Vallés (Barcelona) el 23 de mayo de 1930 en el seno de una familia modesta de tradición republicana, Jordi Solé Tura dejó los estudios para ayudar a sus padres. Tenía 21 años cuando empezó el bachillerato como alumno libre, y solo precisó un año y medio para completar todo el ciclo. Matriculado en Derecho, en 1956 ingresó en el PSUC. Cuatro años más tarde, cuando ya ejercía como profesor adjunto de Derecho Político en la UB, el aumento de la presión policial sobre los comunistas le obligó a emprender el camino del exilio.

BUCAREST Vivió un año en París y en 1961 se trasladó a Bucarest. Volvió a Barcelona en 1964 y se reincorporó a la universidad. Su distanciamiento del comunismo ortodoxo le llevó a abandonar el PSUC y a fundar Bandera Roja. En 1969 fue condenado a seis meses de prisión. En 1974 volvió al PSUC, partido por el que fue elegido diputado en las primeras elecciones democráticas del 15 de junio de 1977. Tras participar en la elaboración de la Carta Magna, reeditó su acta parlamentaria en 1979 y, como miembro de la comisión constitucional, participó en la preparación de los estatutos de Cataluña, Euskadi y Galicia.

Los comicios de 1982 le dejaron fuera del Congreso. Inició un proceso de reflexión política que desembocó en su acercamiento al PSC, en cuyas listas se integró como independiente en las autonómicas de 1988. Al cabo de un año volvió al Congreso. El 11 de marzo de 1991 fue nombrado ministro de Cultura. Su etapa en el ministerio fue breve --dos años y tres meses-- pero es recordada por la adquisición de la colección Thyssen y el traslado del Guernica de Picasso al Centro de Arte Reina Sofía.