El semestre español se ha acabado en mayo. El aplazamiento de la cumbre de la Unión por el Mediterráneo, que debía celebrarse en Barcelona en junio, ha cercenado el programa de la presidencia rotatoria de los Veintisiete. La cita, lastrada por el conflicto entre israelís y palestinos, ha sido el último chasco para la diplomacia española tras cinco meses en los que ha tenido que bregar con una crisis rampante y una nueva estructura institucional europea que, inevitablemente, ha quitado visibilidad a José Luis Rodríguez Zapatero como presidente de turno.

En el calendario español había tres fechas en rojo: la cumbre con América Latina --celebrada la semana pasada--, con Estados Unidos y la de la Unión por el Mediterráneo. Estas dos últimas no se van a realizar bajo la presidencia española. Las expectativas creadas por el Ministerio de Exteriores en torno, sobre todo, a la reunión con Barack Obama, multiplicaron las consecuencias cuando el líder de EEUU, con demasiados problemas internos, anuló la cumbre. Y ayer, el ministro Miguel Angel Moratinos, de visita en Egipto, también confirmó que la cita entre ese país y los Veintisiete, prevista para el 6 de junio, tampoco se hará, con lo que España ha puesto punto y final al papel de anfitriona.

La vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega dijo el pasado jueves que los resultados de la presidencia están siendo "razonables", una palabra que parece más bien un eufemismo si se repasan los sucesos políticos y económicos desde enero.

En estos cinco meses, Zapatero ha dado el giro copernicano de su vida política y ha tenido que aprobar, por presiones de la UE, el plan de ajuste más duro de la democracia. La autoridad que consideraba tener en enero por su cargo rotatorio se ha ido desvaneciendo entre los ataques de los especuladores y el temor a que España cayera en el mismo abismo que Grecia. "La crisis lo ha embarrado todo", se lamenta un alto cargo de Exteriores con un papel relevante en la presidencia. "No se ven los avances en la creación del servicio diplomático europeo, ni en la lucha contra la violencia de género, ni las líneas maestras acordadas para el plan de crecimiento hasta el 2020", explica.

CON RETRASO Un portavoz de la Moncloa añade que la presidencia echó a andar sin la ayuda de la Comisión Europea, que se conformó en febrero, por lo que muchas iniciativas se empezaron a negociar con retraso. Ese portavoz señala como un éxito que el Gobierno haya "dejado trabajar" al jefe del Consejo Europeo, Herman van Rompuy. "Si en vez de a Zapatero le hubiera tocado a un presidente con más ego, además de la crisis económica habría habido una crisis institucional", avisa el portavoz.

En todo caso, ha quedado de manifiesto que la presidencia le ha llegado a Zapatero en su peor momento. Ni se ha podido labrar su ansiada faceta de estadista, ni ha logrado ser anfitrión de ninguna cumbre trascendental para la relación de la UE con el resto del mundo.