El segundo centenario del inicio de la guerra de la Independencia ha sido aprovechado por cierto nacionalismo español para celebrar el inicio de la nación española. 1808 fue también el inicio de la intervención de los militares en la vida civil española, un bicentenario que el historiador y exmiembro de la Unión Militar Democrática (UMD) Gabriel Cardona recuerda en su libro A golpes de sable (Ariel), repaso biográfico de 21 militares que han marcado a España. Cardona dicta una constante: "La guerra del francés es una maldición. Su crueldad hace que la política española a partir de ese momento sea sangrienta".

Pero el militarismo español evolucionó, según Cardona, en tres etapas: "Hasta 1875 fue un militarismo político, con los militares como brazo armado de los partidos. A partir de la Restauración apoyaron al Rey. Y a partir de la Segunda República, los africanistas hicieron política para ellos, poniendo el Estado a su servicio personal".

Constitucionalistas

Rafael del Riego (1784-1823) y Francisco Espoz y Mina (1781- 1836) son dos veteranos de la guerra de la Independencia que defendieron la Constitución de Cádiz ante Fernando VII. Riego es "un militar honesto y liberal que defiende su libertad y cae víctima de su fama". Espoz y Mina es "un campesino navarro que da su vida por la libertad".

Con boina carlista

Tomás de Zumalacárregui (1788-1835) aplicó las lecciones de las guerrillas antifrancesas. "Muere de una forma muy carlista: lo hieren y en lugar de llamar a un médico llaman a un curandero, que lo mata", bromea Cardona. De Ramón Cabrera (1806-1877), el Tigre del Maestrazgo, dice: "es un fanático: los exseminaristas metidos en política son peligrosos".

Liberales y derechistas

Baldomero Espartero (1793-1879) es "el creador de la figura del espadón", según Cardona. "Acaba la guerra carlista con un tratado que hoy supondría hacer mandos de la Guardia Civil a todos los jefes de ETA, y sin informar al Gobierno". Ramón María Narváez (1800-1868), que en su lecho de muerte dijo que no tenía enemigos por perdonar porque los había fusilado a todos, fue el espadón de la derecha.

Los espadones se sucedieron en este periodo. Leopoldo O´Donnell (1898-1867) --"le gustaría ser liberal pero la sangre le rebosa"--, Juan Prim (1814- 1870) --"el espadón de la burguesía industrial"-- o Valeriano Weyler (1838-1930) --"un general muy liberal, pero muy obediente, el gorila del poder que mata a quienes le digan que mate pero que se opone a la dictadura de Primo de Rivera"--.

Los golpistas

Miguel Primo de Rivera (1870- 1930) fue un dictador anómalo: "No era sanguinario pero sí absolutamente incompetente. Es un dictador que renuncia y se va a morir pobre a París. Es un aristócrata de Jerez al que le gustan las señoras, el cante, el fino... Nada que ver con Franco". Más duro hubiese sido, si un accidente de aviación no lo hubiese evitado, José Sanjurjo (1872-1936). "Un animal, un ignorante, un inútil", enumera Cardona, con quien Franco hubiese quedado marginado.

Los republicanos

Cardona ha elegido a dos antiespadones, militares republicanos católicos, para demostrar que la historia está llena de matices. Vicente Rojo (1894-1966), el jefe del Estado Mayor de la República, era "un militar disciplinado que no se merecía este país" aunque su habilidad castrense ha sido exagerada. Juan Hernández Saravia (1880-1966), el general de confianza de Azaña, fue enterrado con el hábito de terciario carmelita y la bandera republicana.

Franco y sus generales

Francisco Franco (1892-1975). "El gran espadón, que consigue un poder piramidal basado en la disciplina, el poder, el terror y la sumisión. Un trepa listo y astuto, pero ignorante. Un personaje tan frío que ni siquiera es cruel. Un carrerista con una única ambición, el poder". Tres nombres prueban la relación que tuvo Franco con sus generales: "Les deja robar mientras le sean fieles".

Alfredo Kindelán (1879- 1962), padre de la aviación militar española, fue apartado del Ejército del Aire en cuanto Franco lo creó. "El error de su vida fue pensar que Franco era monárquico, y Franco era franquista", concluye Cardona. Sus conspiraciones monárquicas no tuvieron más posibilidades de éxito que los planes de Hitler para poner al frente de una España nazi a Agustín Muñoz Grandes (1896-1970). El comandante de la División Azul era "el único general al que Franco temía". Vicepresidente del Gobierno, fue relegado por el almirante Luis Carrero Blanco (1903-1973).

El último uniforme

Manuel Gutiérrez Mellado (1912-1995) tuvo "una enorme preocupación" porque no se repitiera una guerra civil, y se integró "en un equipo de franquistas que querían montar la democracia y un buen día descubrió que creía seriamente en ella". "Era un cobarde. Lo que hizo con Tejero fue un gesto de desesperación, de quien no ha sabido ser valiente antes", asegura Cardona. Pero hizo todo lo que pudo para acabar con 200 años de golpes de sable. Fue el último militar sentado en un Consejo de Ministros.