Tras la autocrítica y la flagelación, el independentismo emprende la siguiente fase del proceso interno de digestión de los sucedido en las últimas semanas. Se impone, tanto en el PDECat como en ERC, el propósito de enmienda, algo que será visible en los programas electorales que redactan estos días. Dicha enmienda no será a la totalidad, es decir, ambas fuerzas mantendrán el espíritu y el objetivo independentista en esos programas. Eso sí, se acabaron las hojas de ruta y los plazos temporales.

Los plazos autoimpuestos fueron fruto de la tendencia que adoptó el independentismo de pensar que el objetivo, la secesión, estaba únicamente en su mano. Que si el Estado se avenía a negociar, mejor, pero que todo dependía de los partidos y del Parlament, en definitiva, de la ciudadanía.

Los 27 días transcurridos entre el referéndum del 1-O y la declaración de independencia, y la consiguiente aplicación del artículo 155 de la Constitución, sacaron al independentismo de su error. La vía unilateral es imposible. El cese del Gobierno y la convocatoria de las elecciones por parte de Mariano Rajoy mostraron la endeblez catalana y el silencio de la Unión Europea, cuando no explícitó su apoyo al Gobierno español, su soledad.

Así, sin tiempo para la digestión, los partidos independentistas pergeñan ahora el nuevo señuelo con que acudir a las elecciones del 21-D, partiendo de la base de que la vía unilateral ha dado todo lo que cabía esperar. El Parlament ya ha proclamado la República por lo que más arriba no puede volar.

NUEVO LENGUAJE / Así lo entiende, por ejemplo, el PDECat, que afirma que prepara el programa electoral «con un nuevo lenguaje», sin plazos y sin prometer proclamaciones determinadas. También con nuevas caras. De hecho, ayer se confirmó que Jordi Sànchez, líder de la organización separatista Asamblea Nacional Catalana (ANC), actualmente en prisión preventiva, será el número dos de la lista que encabece Carles Puigdemont. Las fuentes consultadas insisten en que se trata de pasar página y dar un nuevo mensaje al conjunto del independentismo. Sin abandonar el objetivo final, pero modulando mucho las promesas y los plazos. No es ajena a esta posición la autocrítica que ha ido aplicando durante los últimos días el propio PDECat.

Por otra parte, la intención inicial de la dirección del partido, en su primer año y medio de rodaje como sustituto de Convergència, era la de marcar perfil ideológico. Es decir, diferenciarse de forma evidente del que ha sido en esta legislatura el aliado parlamentario fundamental, la CUP. Se trataría de destacar que el partido está en el centro político, alejado de los comuns y de Podemos, y por supuesto de los anticapitalistas de la CUP.

Mientras, en ERC, más allá de la exigencia de la liberación de los presos y de la derogación del 155, se busca la fórmula mágica que permita combinar el realismo de la situación vivida, de la actuación del Estado, con el anhelo independentista. «Se persigue obtener un mandato democrático muy claro», es decir, una mayoría secesionista, «que será trasladada a los principales actores internacionales». Los republicanos, como decía su líder Oriol Junqueras en la carta que difunció el miércoles desde la cárcel, están convencidos de que en el plano internacional la cuestión catalana ocupa, ahora sí, el centro de la escena.

De momento, el objetivo número uno de ERC es que las urnas arrojen el 21-D un mandato democrático que se entienda como un apoyo a la proclamación hecha el 27 de octubre en el Parlamento catalán.