La madrugada que fue detenido por los Mossos d´Esquadra, el espía francés Rachid Chaouati regresaba a un hotel en el que le esperaba su mujer, desesperado porque no había conseguido dar con el zulo en el que debía esconder las armas que viajaban en el maletero de su coche.

A la una de la tarde debía telefonear a un contestador fijo de París detallando el fracaso de su misión al que era el agente secreto para el que trabajaba, Christian Piazzole. Chaouati cayó antes por conducir un Opel Corsa alquilado de color verde de madrugada, por la C-25, con las luces apagadas.

Semanas después de las detenciones, el 7 de mayo, los mossos intentaron localizar el zulo de Manresa (Barcelona). Además de un plano de carreteras Michelín y un mapa topográfico de la comarca, los mossos incautaron a los espías un GPS de la marca Garmin con varias coordenadas que utilizaron para trazar el punto en el que el correo debía esconder las armas para que, presuntamente, las recogiera Piazzole y acometer su misión.

Chaouati colaboró con los Mossos. Ya no tenía nada que perder. Y junto a los investigadores localizaron a dos kilómetros de un puente de la C-25, cerca de Manresa (Barcelona), un agujero junto a tres piedras colocadas de forma intencionada que podía ser el punto. Y no tuvo inconveniente en acompañarles al otro escondite, en un paraje de El Perelló (Tarragona), en el que su contacto le había ordenado recoger un tubo de PVC que escondía en su interior un arsenal de guerra muy sofisticado: un rifle artesanal de mira telescópica con su trípode, para disparar a 200 metros, y una pistola del calibre 22 con silenciador y un puntero láser. Siete años después sigue siendo un misterio por qué el agente secreto debía mover las armas apenas 100 kilómetros entre un zulo y otro. Y qué haría Piazzole con ellas después.

"Ni lo supimos, ni lo sabremos. Aquellos días todos especulamos con lo que podía haber pasado", recuerda el ahora subinspector Toni Domènech, entonces sargento de la División de Investigación Criminal (DIC) de los Mossos. Los investigadores tenían un interés especial en encontrar el zulo porque estaban convencidos de que la munición de las armas debía estar escondida. Entre el material confiscado a los espías franceses no había munición, y sí un par de artilugios electrónicos que dejaron boquiabiertos a los investigadores y al descubierto parte del sofisticado instrumental con el que en aquellos años trabajaban los servicios de espionaje francés.

SOFISTICADO EQUIPO Una de las perlas del arsenal, que los Mossos aún conservan, era lo que a simple vista parecía una sencilla cámara fotográfica Kodak de un solo uso. En realidad no era tal cosa, puesto que la carcasa escondía un sofisticado equipo emisor de radio baliza que los agentes franceses utilizaban para localizar el punto en el que escondían las armas.