Los temores de las Fuerzas de Seguridad se volvieron a materializar. ETA destrozó la sede socialista en Lazkao (Guipúzcoa) con una potente bomba de ocho kilos de explosivo. Logró de nuevo hacerse un hueco en la campaña electoral, en la que los violentos ya habían atacado el pasado sábado un batzoki (local social) del PNV. La preocupación es evidente ante el riesgo de que los terroristas intenten volver a condicionar las horas previas a los comicios con un nuevo atentado contra dirigentes políticos. La protección de los dirigentes de PSE, PP y PNV es máxima, sobre todo tras la escalada violenta de las últimas jornadas.

Los responsables de la lucha antiterrorista admiten en privado que el peligro de un atentado dirigido contra personas es "muy alto", por lo que se han dado instrucciones específicas dirigidas a redoblar las medidas de seguridad. El acceso a los actos electorales está siendo especialmente controlado y la Ertzaintza despliega numerosas dotaciones en las inmediaciones de los recintos con horas de antelación a la visita de los principales líderes políticos.

Como ejemplo, la llegada a San Sebastián del presidente José Luis Rodríguez Zapatero, acompañado por la plana mayor de los socialistas vascos, aconsejó cortar varias calles céntricas de la ciudad, eliminar los vehículos aparcados en las inmediaciones y sellar las papeleras de las calles cercanas. Las escasas 250 personas que participaron en el encuentro fueron identificadas una a una.

LA ESTRATEGIA DE LA BANDA No faltan interpretaciones sobre las últimas acciones de ETA. La explosión del artefacto colocado contra la sede del PSE en Lazkao vino precedida por dos avisos de los terroristas, que evidenciaron un especial interés por evitar daños personales. La búsqueda de acciones con gran repercusión pero sin víctimas sería coherente con la petición de voto nulo que de la izquierda aberzale, ya que si pretenden medir sus fuerzas en las urnas, un atentado mortal desincentivaría a una parte de su propia militancia. En todo caso, el Departamento de Interior del Gobierno vasco insiste en que los actuales dirigentes etarras han demostrado que prefieren imponer los métodos militares a toda lógica política.

La sede destrozada apenas llevaba 20 días abierta tras unas obras de rehabilitación. La onda expansiva afectó también a vehículos y viviendas cercanos, aunque los dos avisos de los etarras, detallando el lugar de colocación del artefacto, permitieron evitar daños personales.

POLEMICA Todos los partidos representados en el Ayuntamiento de Lazkao, PNV, PSE, PP y EB, condenaron el atentado. Sin embargo, unas palabras del alcalde, Patxi Albisu, del PNV, provocaron una airada reacción de los socialistas. Patxi López fue muy duro al asegurar que, "después de la bomba" colocada por ETA, lo que "más" le había dolido fueron las palabras del primer edil, quien antes de condenar el atentado matizó que estaba en contra de la ley de partidos. Albisu criticó también que la izquierda aberzale representada por Batasuna "no pueda tener voz", y sostuvo que los ataques terroristas "a quien más daño hacen es a los nacionalistas". Con todo, el alcalde expresó su "condena irrefutable" e invitó a los aberzales a votar el domingo para mostrar su rechazo a la banda.

Tras conocer estas palabras, López aseguró estar "harto" de este discurso, del que responsabilizó al lendakari Ibarretxe, sobre que "los que ponen bombas tienen que tener voz". Durante un acto electoral, se preguntó: "¿Qué quiere decir, que como no tienen voz tienen que poner bombas o que los que ponen bombas tienen que tener voz?".

Por su parte, lbarretxe destacó el "hartazgo" por la violencia de ETA y advirtió a la banda de que la vasca es "una sociedad madura, que aspira a vivir en paz".

VICTIMA REITERADA Por otra parte, unos desconocidos lanzaron el domingo pintura roja y amarilla contra el domicilio de la socialista Manoli Uranga, exconcejala de Azpeitia (Guipúzcoa). Víctima reiterada del entorno etarra, declaró que no se ha planteado abandonar su pueblo para "no ceder terreno" a los violentos. La coacción comenzó en octubre del 2000, cuando varios cócteles molotov prendieron en su piso, con su familia dentro.