ETA reapareció ayer en Madrid con un improvisado coche bomba cuya explosión causó cinco heridos leves, 52 contusionados, bastantes daños materiales y una gran alarma social. El atentado se produce ocho días después de que todos los grupos parlamentarios, a excepción del PP, respaldaran la iniciativa del Gobierno de explorar las vías de diálogo para conseguir la paz, previa renuncia definitiva de ETA a la violencia y sin precio político alguno.

De inmediato, el portavoz del PP en el Senado, Pío García Escudero, aprovechó la llegada del presidente, José Luis Rodríguez Zapatero, a la Cámara alta, a la misma hora en que se producía el atentado, para reprocharle: "No parece que esto demuestre la voluntad de ETA de negociar".

Mientras el presidente manifestaba su repulsa y reiteraba el compromiso del Gobierno de "combatir y acabar con el terrorismo" y de no hablar con los etarras hasta que dejen las armas, el ministro del Interior, José Antonio Alonso, declaraba: "La lucha contra el terrorismo se verá beneficiada si todos bajamos el nivel de ruido".

PRESENCIA DE OTEGI El día elegido por ETA para atentar en la capital no fue casual: coincidió con la citación de los dirigentes de Batasuna Arnaldo Otegi y Jon Salaberria, que no compareció, por el juez de la Audiencia Nacional Fernando Grande-Marlaska, que les imputa un delito de integración en banda armada.

La precipitación con la que actuaron los etarras quedó de relieve en el hecho de que la noche anterior robaran la furgoneta que emplearon para cometer el atentado y depositaran en ella una mochila con el explosivo ya preparado. Su única precaución consistió en robar la furgoneta, una Renault Express blanca, en una zona bajo jurisdicción de la Guardia Civil, concretamente en San Lorenzo del Escorial.

La policía cree que obraron de ese modo porque carecían de placas falsas para camuflar el vehículo y porque saben que la tramitación de las denuncias entre los cuerpos policiales se demora algunas horas. Los terroristas aparcaron el vehículo sobre las siete de la mañana en la calle de Rufino González, a seis metros de la de Alcalá.

Aparcaron en el costado del edificio Aragón, un inmueble que sirve de sede a dos empresas automovilísticas, una entidad bancaria y varias sociedades de marketing y telefonía, y en el que trabajan unas 500 personas. Las cámaras de vigilancia del edificio registraron la maniobra.

Después, sobre las 8.45 de la mañana, una voz anónima, que dijo hablar en nombre de ETA, comunicó por teléfono al diario Gara que habían colocado el coche bomba en la citada calle y que explotaría en 45 minutos.

Los tedax de la policía acordonaron la zona y avisaron a los vecinos de que no salieran y se alejaran de las ventanas. A las 9.30 estalló la bomba, como los etarras habían anunciado, e hirió a varias personas, de las que cinco --tres jóvenes, un bombero y un vigilante de seguridad-- fueron trasladadas a varios hospitales.

El Samur atendió a 52 personas con heridas leves, contusiones, cortes, ataques nerviosos y problemas auditivos. Algunas personas intentaron desalojar el edificio ante la alarma de una bomba, sin atender o ser informadas de la indicación de la policía de que no salieran a la calle.

LOS DAÑOS La deflagración destrozó las ventanas de varios edificios y dañó el mobiliario interior de las dos primeras plantas del Aragón. Catorce coches aparcados en la zona sufrieron daños de consideración. Cuatro se incendiaron. Uno de ellos, que estaba aparcado en segunda fila, junto a la furgoneta con la bomba, quedó totalmente calcinado.

La furgoneta empleada por los terroristas quedó reducida a un amasijo de hierros. Los restos de una puerta fueron encontrados encima de un árbol. Los expertos policiales estimaron que los terroristas emplearon entre 18 y 20 kilos de explosivo, probablemente cloratita, de característica similar a la que han empleado en los últimos atentados.