Benigno Rocamonde, párroco coruñés de Malpica de Bergantiños, fue el primero en anotar el nombre de ETA en el archivo de un cementerio. El 10 de junio de 1968 inscribió a su feligrés José Antonio Pardines Arcay, guardia civil fallecido «el día 7 en Villabona (Guipúzcoa), asesinado por separatistas de la ETA», dice la nota. A partir de aquel apunte, las siglas de la banda se escribirían en otros 828 papeles fúnebres.

En el camposanto de San Julián de Malpica, Pardines comparte nicho con su madre, Estrella. A 589 kilómetros de allí, en el cementerio Vistalegre de Derio (Vizcaya), lleva la misma fecha en su lápida el panteón familiar de Francisco Javier Etxebarrieta Ortiz, el hombre que mató a Pardines en una cuneta del kilómetro 446 de la Nacional 1. Murió dos horas después que su víctima, también a tiros, en Benta Haundi (Tolosa, Guipúzcoa). Ambas tumbas contienen los restos de dos veinteañeros -23 tenía Etxebarrieta; 25 Pardines- cuyo cruce de destinos inició la negra historia de la banda terrorista ETA.

Manifestación en Bilbao

En Derio pusieron flores el pasado jueves 200 aberzales que, por la tarde, se manifestaron en Bilbao. Convocaba la Etxebarrieta Memoria Elkartea. La asociación, que reivindica al primer etarra que apretó un gatillo, es para los archivos del Gobierno Vasco un ente «cultural» de «memoria histórica».

El pasado día 2 montó otra ofrenda floral en Benta Haundi y una comida para 100 comensales. La histórica aberzale Itziar Aizpurua discurseó: «¡Esos sí que fueron verdaderos gudaris!». Lo cuenta una denuncia que el Colectivo de Víctimas Covite ha presentado en la Audiencia Nacional por enaltecimiento del terrorismo. Consuelo Ordóñez, su presidenta, no cree que prospere. Lleva 12 denuncias por homenajes a etarras, y seis se han archivado ya. «¿Se entendería en Barcelona que unos islamistas homenajearan a quien atentó en la Rambla? No sé si estos homenajes son ilegales; sí sé que son inmorales», dice.

Para el exconcejal del PSE en Bilbao Eduardo Uriarte, compañero de Etxebarrieta en aquella primera ETA, los homenajes son «una sacralización del fallecido». «Eskubi Larraz, jefe de ETA en 1968, ordenó convertir a Txabi en un mito y lo hizo pasar por el artilugio de la propaganda».

Pulso por la memoria: hoy, en Malpica, desfilará un batallón de guardias por Pardines. El 29 de mayo se prendió un pebetero en Intxaurrondo (Guipúzcoa). Ha habido además una misa en Malpica, coloquios, presentaciones de libros… Pero el homenaje más espontáneo, el día 29, lo dieron siete agentes de Tráfico que fueron a la cuneta de la N-1 a cuadrarse y saludar.

A las cinco de la tarde del 7 de junio de 1968, Pardines vio llegar un Seat 850 blanco con matrícula Z-73956 y lo paró. A bordo iban Etxebarrieta y su compañero Miguel Sarasketa. Pardines abrió el capó, miró el bastidor y dijo: «Esto no coincide». Etxebarrieta ya le estaba apuntando a la cabeza.

Cuando la Guardia Civil halló a Etxebarrieta y Sarasketa en Benta Haundi, Sarasketa corrió; Etxebarrieta se quedó y sacó la pistola. La bala de un guardia lo tiró de bruces. Medio siglo después, el hermano de Pardines, Manuel, de 70 años, no quiere efemérides. Cada año acabado en 8 es para él una tortura. «Si uno no tiene sentido, ¿por qué no se tira por una pendiente y se escaralla él solo, en vez de pegarle un tiro a otro?», suele mascullar cuando comenta el crimen.